Capítulo veintitrés

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LA MEJOR VERSIÓN▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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LA MEJOR VERSIÓN
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Fue cuando sintió el aire correr en el pasillo que volvió a respirar con normalidad. A decir verdad, ni siquiera noto haber contenido la respiración mientras hablaba con la Inquisidora. Sujetándose el pecho con la mano, recostó el cuerpo sobre la pared, meditando sobre todo lo que se habló dentro de la biblioteca unos segundos atrás. Se cuestionó si Kaleem lo salvó o si en realidad la envió a un sufrimiento eterno. El cáncer es sufrimiento, perder a un familiar es sufrimiento, ser enviado a Londres no podía ser tan malo, reflexionó llegando a la conclusión de que había cosas peores por las cuales lamentarse. Pero seguía ahí. Ese sentimiento de que algo estaba mal. Él no se consideraba un cazador de sombras todavía, podía entrenar, estudiar y tener un par de runas, mas seguía siendo solo un chico cuya vida se fue de cabeza. Meditó volver a la biblioteca y decirle que le arrebaten las runas, poco le importaba, siempre confió en los doctores para curar y se ponía límites para correr. No necesitaba extra fuerza, ser más veloz. Pasó gran parte de su vida siendo ordinario.

—Todo va a estar bien —lo reconfortó Kaleem, hablando en susurros—. Escuchaste a la Inquisidora, ella perdonó todo. Estarás bien.

—Define perdonar —dijo resignado y un poco en shock. Le costaba procesar que tenía que irse y que posiblemente no podría volver por un tiempo—. Es como si todo esto, el mundo de las sombras, intentara consumirme. No quería ser quien soy. Nunca acepté ser un cazador de sombras, simplemente pasó. Y ahora tengo que seguir órdenes de una mujer que acabo de conocer y se cree el presidente Bush.

Kaleem dejó escapar de su boca un suspiro y él pudo oler la mezcla de menta y té. No le alcanzaría la vida para agradecer todo lo que hizo por él, corrió el riesgo de perderlo todo y sin embargo allí estuvo firme como una roca.

—Todos alguna vez nos sentimos consumidos por algo, depende de cada uno salir o no —habló, se acomodó el cabello hacia un lado y prosiguió—. Ezra... prometí hacerme cargo de ti. Le juro a Dios que voy a ayudarte en todo lo que esté a mi alcance.

—No dudo de ti, Kaleem. Es solo que... Ella podría haber descargado su enojo contigo. A esta altura no importa que haga conmigo, soy un caso perdido, pero tu... no me perdonaría si te perjudicara por no poder mantener la boca cerrada.

El muchacho, preso de la timidez, dio un paso acercándose a él. Llevó una mano al hombro de Ezra e hizo presión, brindándole una caricia suave que él recibió cerrando los ojos, agotado. No sabía que necesitaba tanto ese gesto, hasta el momento en que lo vivió en carne propia.

—Conozco a Imogen, suele ser cruel pero siempre es posible tocarle el corazón cuando se menciona a su familia. Ella lo ha perdido todo, supongo por eso es tan dura —comentó y, cuando cayó en cuenta de la proximidad que tenían, se apartó de golpe provocando que Ezra abriera los ojos.

—Voy a ver como se encuentra Daphne —mencionó Ezra, levemente sonrojado. ¿Qué hacía dejándose tocar por otro nefilim? Kaleem era muy guapo y británico. Quizás demasiado—. Me gustaría poder despedirme de ella y explicarle de qué va todo.

Warrior | Alec LightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora