Ezra Benjamín West tiene dieciocho años y una vida considerada ordinaria para muchos de los que lo rodean. Hasta que una noche de sábado conoce al apuesto Alexander Lightwood, un muchacho que jura que al igual que él, Ezra es parte de un mundo sobre...
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EL BENEFICIO DE LA DUDA ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
Cuando Ezra despertó, e incluso antes de que pudiera abrir los ojos, sintió un leve dolor en toda la longitud de su brazo izquierdo. Una mezcla entre ardor y entumecimiento que comenzaba en un punto intermedio de su brazo y cubría ambos lados de este. Se removió en el lugar, incómodo y abrió los ojos viendo directo el cielo raso de la sala de su hogar. El departamento seguía a oscuras, tal como lo dejó antes de bajar y ser atacado. La mitad de su cuerpo estaba tapado por una sábana nueva y una venda le impedía la movilidad del brazo.
¿Cómo llegué aquí? se preguntó y quiso gritar hasta quedar sin aliento cuando un destello del recuerdo vivido le llegó a la mente. Fueron ellos, supo enseguida y ésta vez quiso llorar de impotencia. ¿Cómo iba a explicar la herida en su brazo? ¿Iba alguien a creerle ahora que la situación llegó a más? Lo dudaba. Ezra estaba seguro que pensarían que se auto lastimó con el fin de llamar la atención cual niño de trece años. Pero Ezra ya no era un niño y cosas peores le esperarían si nadie creía en su palabra.
Justo cuando pensaba que todo el asunto lo estaba superando tanto física como mentalmente, escuchó un murmullo que lo hizo enderezar sin considerar el tirón en su brazo al momento de incorporarse. La mueca de dolor que repercutió en su boca se esfumó al segundo en que divisó a una muchacha delgada y pelirroja en el sillón opuesto al suyo. Era muy delgada, de ojos verdes y no aparentaba más de dieciséis años.
—Hola, Ezra —saludó con voz tierna, incorporándose en el lugar. Allí, de pie en medio de la sala, Ezra la notó más pequeña y posiblemente más nerviosa de lo que él estaba—. Soy Clary... no estoy segura que puedas recordarme, voy al café donde trabajas... casi a diario. Mi amigo, mi mejor amigo, Simon Lewis, toca en una banda ¿Rock Solid Panda? Suelen tocar los viernes en el café, te veo ahí todo el tiempo —habló sin detenerse a respirar.
Optó por un minuto de silencio. ¿Qué si recordaba la banda? Si, la recordaba y lo hacía porque eran tan malos que por primera vez sintió ganas de iniciar una petición para que no los dejaran tocar más, cuando, en realidad, quien se encargaba de eliminar bandas era su compañera de trabajo. Su jefe se rehusó a acceder, consideraba que las adolescentes eran buenas consumidoras cuando de bandas masculinas se trataba. Por el contrarió de Simon y su banda, no podía recordar a la tal Clary.
—Eso es irrelevante —replicó, molesto. No se fiaba de ella, ni de su voz dulce, menos después del altercado donde Alexander Lightwood y su amigo Jace fueron partícipes. Entonces, cayó en cuenta que ninguno de ellos estaban ahí ¿Huyeron como cobardes o se escondieron en alguna parte, planeando seguir atemorizándolo por el resto de su vida?—. ¿Estás enferma o eres estúpida? ¿Te parece normal entrar a la propiedad de una persona que no te conoce? ¡Fuera de mi casa!
Cuando hizo el intento de incorporarse, Clary dio un paso atrás, azotada por el tono de voz que Ezra implementó hacia ella. En definitiva era solo una niña.
