Capítulo cuarenta y seis

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EN LOS BRAZOS DEL ENEMIGO▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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EN LOS BRAZOS DEL ENEMIGO
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Para cazar en la noche es el negro.
Para la muerte y el dolor, el blanco.
En un vestido de novia, oro.
Y los encantamientos, en rojo.

Cerró el cierre de la chaqueta y se amarró la capa al cuello de modo que descendía sobre los hombros y caía como una lluvia por la espalda. Acostumbrado al negro de los cazadores de sombras, el color escarlata del traje le hacía sentirse de alguna manera malvado, como si de verdad perteneciera al bando de los tipos malos.

A lo largo de sus dieciocho años, Ezra aprendió que cuando algo se cruza en tu camino debes tomar una decisión, enfrentarte sin miedo a perder, o rodearlo y adaptarte a la situación. Siempre debes hacer una elección para poder seguir, y él, siendo lo más honesto consigo mismo, podía decir que comenzaba a adaptarse al estilo de vida.

«No te lo permitiré»

«¡Daphne!»

«Clarissa...»

«¡Jonathan Christopher Morgenstern!»

«Su runa está dañada»

«La verdad, Jace, me sorprende que pensaras que podrías conseguirlos»

Los gritos hacían eco en su cabeza cuando trataba de asimilar lo que acababa de vivir. Daphne cruzó el portal justo después del muchacho cuyo nombre Ezra no quería mencionar. Y Jace, él volvía a estar unido a Sebastian en una sola mente maligna. Ahora eran dos otra vez, Ezra y Clary y solo le quedaba rezar, si existía algún Dios que los pudiera ayudar, para que Daphne haga lo correcto del otro lado. Necesitaba confiar en ella otra vez.

Tragó saliva con fuerza como si eso pudiera apaciguar el dolor que tenía adherido al cuerpo y miró al frente, hallando la imagen de un muchacho desconocido que lo transportó medio año atrás en el tiempo. En ese entonces era Ezra West, encerrado en su burbuja artificial que disimulaba como una vida normal, por no decir una vida repleta de ignorancia. Sin problemas o preocupaciones mayores que ingresar a la universidad, o conseguir trabajo para ayudar a pagar la matrícula. Ya no quedaba nada de ese chico en la persona que veía y le dolía, pues daría todo por volver a ese instante donde su pecho era libre de angustia. Pero luego Alec Lightwood apareció en la imagen y cambió el sentido de su vida, arrastrándolo hacia sus orígenes. No se arrepentía de él. Podía arrepentirse de mucho, jamás de Alec. Ezra no estaba seguro de encontrar las palabras suficientes para describir el amor que sentía por él, casi parecía irreal, ciego, profundo, y esperaba que fuera eterno, porque la vida sin Alexander Lightwood era inimaginable.

—Eres digno de admirar —El halago llegó a sus oídos y lo hizo trepidar.

Sebastian, de pie detrás de él, lo observaba a través del reflejo del espejo. El ropaje escarlata hacía que su piel luzca transparente. Advirtió que tenía un rasguño en la mejilla derecha y en una de sus manos cargaba una ballesta. A simple vista se podía distinguir la tensión en sus facciones, parecía un muñeco de cristal. Uno malvado.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now