Capítulo veintidós

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EXILIO▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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EXILIO
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Acostumbrado a la escasa presencia, el instituto de Nueva York le parecía un lugar completamente ajeno a él. Estaba más iluminado y mucho más cálido que otras veces pero no lo suficiente como para abrigarlo. El Cónclave se reunía por la tarde, por lo que alrededor de treinta cazadores de sombras cruzaron un portal y ahora inundaban las instalaciones, algunos charlaban entre sí como en una reunión de ex estudiantes presumiendo a sus hijos y otros se dedicaban a observar todo con dedicación. Para suerte de Ezra, nadie lo observó.

Dejó escapar un suspiro y pegó la espalda a la pared próxima que lo separaba de la enfermería donde Daphne Pontmercy estaba siendo atendida a causa de una contusión ocasionada por una brutal pelea con Jace. Ezra guardó silencio todo el camino, se encontraba furioso y dolido por la traición que resultó haber sido arrastrado como presunto cómplice de una persona que estaba seguro que era inocente.

—La inquisidora quiere conocerte —dijo Alec, planteándose ante él con las manos sujetas en la espalda y la postura rígida. De no haberlo conocido le hubiera dado algo de miedo, aunque a decir verdad, después de lo sucedido dudaba conocerlo realmente—. Espera por ti en la biblioteca —finalizó y tal robot giró sobre sus talones y se marchó.

Ezra apretó los dientes tan fuerte que por un momento pensó que iba a romperlos. Hizo a un lado la furia ante la actitud del muchacho y fue hacia uno de sus lugares favoritos en el edificio, la biblioteca. De camino cruzó a varias personas que al verlo entrecerraron los ojos y murmuraron palabras inaudibles. Poco a él le importaban los cazadores de sombras.

Entró en la biblioteca esperando sentir la calefacción, la chimenea estaba apagada y las luces tenues brindándole al ambiente un toque gótico. Bajó los peldaños y observó a todos los presentes. Sobre el escritorio, donde vio por primera vez a Maryse Lightwood, se hallaba una mujer de facciones duras, de cabello rubio canoso, tieso y ojos claros, pero desde donde se encontraba Ezra, al pie de la escalera, le fue difícil saber el color. Magnus estaba bajo el altillo, junto a Alexander quien interfería entre el brujo y su madre, Maryse.

—Preséntate, cazador de sombras —ordenó la inquisidora alzando la voz. Su mirada filosa la perforó y Ezra se propuso en ese momento a no dejar que nadie lo pisoteara.

—Usted fue quien mandó a llamarme, pensé que tendría la cortesía de conocer mi nombre —replicó Ezra, para sorpresa de todos, acercándose al escritorio. La mujer se enderezó—. Soy Ezra.

—La soberbia no va a beneficiar la situación en la cual se ve envuelto, muchacho insubordinado. A partir de ahora me llamarás Inquisidora, y cada palabra que pronuncies lo harás mirándome a los ojos —respondió enmarcando los ojos. Su rostro era similar a la tierra en sequía, completa de finas líneas direccionadas. Una sonrisa hostil se pintó en su rostro y Ezra pensó que se veía como la villana de una película infantil. Al final Kaleem estaba en lo cierto cuando le decía que la mujer era muy cruel. Se despojó de la capucha de la túnica gris que llevaba puesta y prosiguió—: Se reportaron cuatro subterráneos muertos, asesinados a lo largo de esta semana. Sus cuerpos carecían de sangre y sus rostros expresaban terror; todos ocurrieron aquí, en Nueva York, bajo los ojos del Cónclave, y cabe decir que la Clave no se encuentra satisfecha por dichos incidentes —dio una leve mirada a Maryse Lightwood, una mirada rápida y hostil—. Hay algo que realmente me inquieta... Un informe de dos nuevos Nefilim en la ciudad, dos que jamás fueron vistos en esta zona del mundo mundano; ambos por su cuenta, rompiendo nuestra ley, la ley que el ángel dispuso para nosotros. Y como mi puesto me permite puedo ordenar y señalar a quien yo decida o crea que sea el responsable ¿Sabes lo que eso significa, muchacho?

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now