Epílogo dos

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MUNDANOS POR EL DÍA▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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MUNDANOS POR EL DÍA
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Mayo, 2008.

El sol golpeaba fuerte en Brighton Beach y no había sombra en la cual tomar refugio más que en la diminuta sombrilla que Clary consiguió en el garaje de Luke y que solo podía usar William. Kaleem soltó una risa, que se oyó desde la orilla donde Ezra y Jace jugaban a tirar piedras al agua. Fue el primero quien se volteó ante la sonora carcajada, justo a tiempo para ver como su mejor amigo se sentaba entre Clary e Isabelle, que iba de negro y con el cabello suelto. Tenía las mejillas rojas y la frente sudada y se sujetaba el cabello con una mano mientras que con la otra se abanicaba.

—A ver si me explican que es lo que hacemos aquí, además de tomar sol —habló Clary, entrecerrando los ojos, protegiéndose del sol usando las manos como visera.

Ezra se quitó la chaqueta, las botas y la camiseta y dobló el final de sus jeans. Había recuperado su color habitual, mas la palidez del invierno seguía en su piel.

—Ya verás —dijo y se acercó hacia el grupo de parabatai que esperaban por él con los pies enterrados en la arena, uno junto al otro en hilera—. Es de ida hacia donde comienzan las rocas y volvemos a esta línea —indicó, marcando una línea con el talón del pie por delante de ellos—. Y recuerden, nada de runas. Solo la arena, el maldito sol y nosotros.

Jace bufó.

—Desde ya me disculpo con ambos caballeros por la vergüenza que les pueda ocasionar mi victoria —musitó, arrogante de naturaleza.

—¡JA! —soltó Alec y chasqueó la lengua, mirando a la distancia—. Esto será fácil, si los mundanos pueden hacerlo, nosotros lo haremos aún mejor. Espero estar a tu altura —añadió, por último, dirigiéndose a Ezra con una sonrisa estúpida.

Ezra viró los ojos, buscando a Kaleem con mirada, hallando que su amigo tenía la misma expresión que él.

—No me gusta presumir, pero mi apellido es Herondale —presumió. Estiró los brazos, tocándose la punta de los pies descalzo y luego enderezó el cuerpo para girarse hacia Alec que sin disimulo le miraba el trasero—. No... ¿Sabes que, Alexander? Si me gusta presumir y voy a patear tu lindo trasero.

—Espero que los tres se ahoguen con su ego —gritó Isabelle, desde su lugar.

Kaleem se acercó a ellos.

—¿Terminaron? —preguntó.

—Si —replicaron los tres a coro, mirando un punto fijo en el cual debían tocar y regresar, a casi cien metros de distancia.

El británico, que optó por no participar en la guerra de egos ya que creía en Ezra cuando decía que él entrenaba con su equipo de secundaria en la misma playa sin problemas, sonrió volviendo la vista hacia las dos muchachas que gritaron animadas, sujetando a William por los bracito.

—¡Vamos, papi! —decía Clary fingiendo la voz, algo que al pequeño parecía divertirle porque reía a carcajadas.

—Bien —Kaleem sacudió las manos. Los examinó un momento, sus rostros concentrados, con expresión de maldad y diversión todo en uno.

Cogió aire y apretó la boca para no reír ante la imagen de tres hombres supuestamente maduros a punto de competir para ver quién era el más rápido en la arena.

—Carstairs si no- —Alec dijo entre dientes.

—¡Ahora! —gritó y los tres comenzaron a correr.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now