Ezra Benjamín West tiene dieciocho años y una vida considerada ordinaria para muchos de los que lo rodean. Hasta que una noche de sábado conoce al apuesto Alexander Lightwood, un muchacho que jura que al igual que él, Ezra es parte de un mundo sobre...
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IDENTIDAD ROBADA ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
—Entonces... Ahora que sé que tú eres Ezra, necesito hablar contigo —prosiguió Kaleem Carstairs y metió la mano en el bolso de equipaje que traía colgado al hombro. Hurgó por unos segundos y retiró la mano, extrayendo un sobre.
Ezra abrió la boca para hablar y preguntar a qué se debía lo confidencial de la charla. Volvió a cerrarla cuando Alexander dio un paso al frente y habló por él, echando veneno como acostumbraba.
—¿Por qué necesitas a Ezra? —indagó, más que curioso, enojado. Pensaba que era solo con él con quien desquitaba su mal humor, pues al parecer ahora tenía un nuevo objetivo británico y muy bonito.
—Porque tengo que entregarle esto —dijo, alzando el sobre como comprobante.
—Lo que sea que tengas que entregarle, puedes entregármelo a mí y yo se lo entregaré a él —dijo, y extendió el brazo esperando recibir el sobre color madera que Kaleem sujetaba muy fuerte con los dedos.
—Nada personal, me temo que no puedo hacer eso. Tengo órdenes de entregarlo en mano del destinatario indicado y, a menos que tu nombre ahora sea Ezra West, no puedo dártelo. Lo siento.
Alexander se preparó para replicar y señalar con su furia al nuevo cazador de sombras, mas Ezra se adelantó.
—Creo que puedo hacerme cargo —se atrevió a decir, dando un paso al frente acomodándose hombro a hombro con el mayor de los Lightwood. Se encogió cuando todas las miradas fueron hacia él y el silencio hizo presencia en el vestíbulo. Estaba en un lugar desconocido, con desconocidos, usando ropa incómoda y demasiada ajustada para su gusto. Que el suelo bajo sus pies se abra en dos y lo trague, parecía ser una opción estupenda.
—Yo creo que sí —afirmó Kaleem, sonrió y le entregó el sobre en mano—. Voy a pasar un par de días en Nueva York, durante mi estadía en la ciudad debes saber que estoy a tu completa disposición, para lo que sea que necesites.
—Oh... bueno, gracias —respondió Ezra, un poco sorprendido ante tanta amabilidad.
—No creo que sea necesario —repuso Alexander—, Ezra está bajo mi tutela, yo lo arrastré a este mundo y me hago responsable por él. Te agradecería si te mantienes al margen de la situación —aclaró y de repente se volvió hacia él—. Si necesitas algo, primero vienes a mí ¿Queda claro?
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No llevaba la cuenta del tiempo que pasó observando el sobre cerrado. Tenía las manos blancas, un poco por la manera en que apretaba los puños y otro poco porque dentro del edificio hacía mucho más frío que en el exterior. Respiró profundo, buscando serenidad y lo único que logró fue distraerse. La cocina del instituto era enorme, muy moderna con muebles de metal y una cocina roja de hierro; olía a todo, menos a una cocina ordinaria y tuvo la impresión que nadie cocinaba, sin embargo todo se encontraba impecable, limpio y ordenado.
