Capítulo cuarenta

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ALGO EN COMÚN▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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ALGO EN COMÚN
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Cruzó el portal corriendo, proyectando un destino concreto que el limbo se sintió como un simple soplo de aire al traspasarlo. No debía hacer eso, lo sabía, conocía las consecuencias de jugar con el limbo y ninguna era buena. Apareció en el jardín delantero, del lado izquierdo del edificio, bajo una fina capa de llovizna de mediados de octubre. Sobrepasó al resto de Cazadores de Sombras, doblando la esquina de la Iglesia, y subió la escalera principal con las palabras listas para solicitar el ingreso al edificio.

No fue necesario.

—¡Ezra! —escuchó su nombre y giró en su lugar.

William cruzaba la avenida.

A esa escasa distancia, se sintió a miles de kilómetros, como si no lo hubiera visto hacía añares. Una parte de él lo creyó así y aquel minúsculo sentimiento lo asombró al punto de causarle temor. ¿Por qué se sentía así por él? ¿Por qué lo quería como si fuera suyo? ¿Qué tanto cambió en el transcurso de diecisiete días?

William, la persona que tanta confusión le generaba y al que tanto negaban, se acercaba a paso lento, trastabillando con sus propios pies. Tenía el rostro magullado en la mejilla, la ropa sucia y rasgada en las extremidades y se sujetaba el hombro. Ezra saltó de lo alto de la escalinata y corrió a él pese al mareo que le provocaron sus propios pensamientos. Mas nada importó cuando llegó a él y ambos se fundieron en un abrazo.

—¿Dónde demonios estabas? —preguntó, apartándose de él. Una pizca de esperanza cruzó los ojos del muchacho—. ¡Te desvaneciste! Creí que nunca más volvería a verte. No tienes idea de lo preocupado que estuve todos estos días. Busqué por todas partes, en cada rincón.

William arrugó el rostro y recuperó el aliento.

—Mi padre... quiero decir, mi otro padre, te dijo que no valía la pena buscar a una persona que no es real —comenzó diciendo, como si supiera. Y no se equivocaba, Kaleem no aceptaba a otro William, no existía lugar en su mente para otra persona—. Tengo noción que fue así... no tienes que preocuparte, estoy aquí ahora y no pienso marcharme, no importa que tan lejos me quieran.

—Me parece bien —aceptó Ezra—. No me importa lo que piensen, ya no... quiero confiar en ti —Entonces recordó a Daphne, su rostro, su voz desigual. Algo no iba bien y comenzaba a pensar que William sabía el asunto—. Y si no quieres perder mi confianza, algo que no te conviene, vas a tener que contarme qué diablos está pasando contigo y con Daphne.

El muchacho no lo pensó dos veces. Tragó saliva, preparándose para hablar.

—Después de Idris, fui a Londres, quería estar solo unos días y me topé con los lobos. Me metí en problemas y, en mi momento de desesperación, dejé que unos vampiros me salvaran. Lo que me llevó a Camille Belcourt, ella es la rubia que habrás conocido hoy. Luego... no lo sé, estaba en Nueva York y Daphne apareció y se enfrentó a Camille y sus sirvientes... Dijo que sabía quién era yo y que corriera tan fuerte como pudiera —confesó—. Era Daphne, pude confirmarlo, solo que actuaba como si no lo fuera, algo... algo cambió en ella.

Warrior | Alec LightwoodHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin