Capítulo cuarenta y ocho

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UNA DEUDA DE POR VIDA▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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UNA DEUDA DE POR VIDA
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Una corriente de aire incontrolable lo envolvió y sacudió su cuerpo con brutalidad. No pensó en un lugar en concreto hacia dónde ir, solo buscaba estar a salvo en cualquier parte del mundo, siempre y cuando fuera lejos de Sebastian Morgenstern. El portal lo expulsó y cayó a una superficie firme en un golpe duro y seco que provocó que chillara cuando el carcaj que cargaba se clavó en medio de su espalda.

Así como cayó, se levantó, utilizando los codos para impulsarse del suelo. Observó su entorno, buscando señal de los niños que lo acompañaban. Tres personas adultas los acogían y Ezrs pudo distinguir a Helen Blackthorn, pero no conoció a las otras dos mujeres en la habitación. Una de ellas joven, puede que tuviera su edad, y la otra, casi idéntica con rasgos más cansados, parecía ser su madre. Se permitió examinar el lugar, el cuarto se iluminaba con luz mágica y el aroma a humedad y madera se mezclaban entre sí.

Idris, comprendió.

Bajó la defensa al sentir calidez. Fue como si el peso de los días, el sufrimiento y las pérdidas cayeran sobre él. Tembló. Estás a salvo, estás con vida, se convenció y fue abatido por sus propias emociones. Todo el tiempo que estuvo cautivo se sintió como si hubiera aguantado la respiración y ahora, finalmente, podía respirar aire limpio. La definición de libertad nunca tuvo tanto sentido como en ese momento.

Y se desmoronó. Lloró abrazado a sus rodillas, consolándose con su propio cuerpo, expulsando un torrente de lágrimas que privó en liberar por incontables días.

—¿Ezra Herondale? —Le tocaron el hombro con suavidad.

Ezra sorbió por la nariz y levantó la cabeza. Ya no había nadie allí más que la muchacha de cabello azabache y ojos rasgados. Lo contemplaba con pena.

—Si... si soy yo —respondió y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano—. ¿Están todos bien...? Los niños, quiero decir... ellos estaban muy asustados.

—Tus los salvaste —sonrió y extendió la mano para ayudarlo a ponerse de pie. Ezra, dubitativo, aceptó su ayuda—. Todos están muy preocupados por ti, Kaleem, Jace y Alexander Lightwood han llamado todos los días, esto es realmente genial, estarán muy contentos.

Ezra frunció el ceño.

—¿Mi hermano está bien?

—Bastante vivo como para insultar —asintió y se presentó—. Soy Aline, hija del Cónsul Penhallow. Ven conmigo, te llevaré a una habitación para que te puedas asear y descansar.

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Salió del instituto deteniéndose en la cima de la escalera frontal que le brindaba una vista pobre de la avenida York. Estaba ya anocheciendo por lo que la avenida era un ir y venir de coches y autobuses. Le parecía de otro mundo ver a las personas pasar frente al instituto, posiblemente regresando a sus hogares después de un día de trabajo, mientras que ellos, los cazadores de sombras, buscaban refugio en su país secreto para protegerse de uno de los suyos que eligió el camino equivocado y ahora amenazaba con quemar su mundo entero. ¿Cómo los mundos pueden ser tan diferentes? se preguntó Kaleem Carstairs, melancólico.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now