Capítulo diecinueve

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A la mañana siguiente, cuando Alexander abrió los ojos, se encontró a sí mismo sentado en la cama con la cabeza inclinada hacia un lado. Estaba de más decir que tuvo una terrible noche, apenas pudo dormir por lo cual todo influía en su humor y, de momento, ansiaba aniquilar al primero que se le cruce en el camino. Hizo una mueca al enderezar el cuerpo, un hilo de tensión le recorrió el cuerpo, desde el hombro hasta el cuello y casi pudo escuchar a Jace burlándose de él. Porque para eso estaban los Parabatai. Odiaba admitirlo, de hecho no lo admitiría nunca delante de alguna persona, pero su hermano tenía razón al decir que desde que Ezra se marchó cayó en un completo agujero negro de abandono ¿Cómo fue que empezó a ser tan susceptible ante los encantos de un hombre si hace un mes era una completa roca?

Salió de la cama y chequeó su móvil con una mínima esperanza de obtener respuesta a los miles de textos y llamadas que hizo en los pasados días. Sin embargo, no tuvo señales de Ezra. Con el doble de mal humor que ya cargaba en el cuerpo, se enfundó en su ropa de entrenamiento y dejó el cuarto arrastrando los pies. Se encontró con un corredor tranquilo y silencioso, debía de ser muy temprano porque no vio a su madre cuando cruzó la cocina. Llegando al vestíbulo encontró a su hermano pequeño de rodillas en el suelo, inclinado sobre una caja.

—¿Qué tienes ahí?

—Comics —replicó Maxwell, girando el torso, para verlo con clara emoción pintada en los ojos. Max adoraba leer historietas, algo que él no compartía—. Es un regalo. Un Cazador de Sombras me los ha regalado, él y su amigo vinieron ayer a hablar con mamá.

Alec se mordió el interior de la mejilla, rompiéndose la cabeza pensando quien visitó el instituto el día anterior y por qué nadie compartió esa información con él. Una vez más la voz de Jace apareció en su cabeza, esta vez acusándolo por estar encerrado todo el día. Siguió pensando, sabía que hubo revuelo por todo el asunto de Valentine, así que espero que su madre haya sido frecuentada todo el día.

—¿Si? ¿Quiénes eran?

—No lo sé. Jace dijo que era su hermano —replicó despreocupado, escondido detrás de una revista—, yo jamás lo había visto antes. No recordaba que él tuviera otros hermanos, pensé que solo nos tenía a nosotros.

Alec se puso de cuclillas. La situación de Jace seguía siendo muy sensible.

—Jace tiene una hermana ahora. Otra hermana. Su nombre es Clary —explicó, sintiendo ganas de patear la caja para llamar la atención de su hermano que seguía maravillado con las imágenes.

—Su nombre no era Clary —repuso—. Era un chico.

—¿No?

Max bajó la revista y lo observó por encima de sus gafas. Sus ojos grises eran dos esferas pequeñas y preciosas.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now