Capítulo cincuenta y uno

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PACTOS Y TRAIDORES▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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PACTOS Y TRAIDORES
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Los oídos le zumbaron y por un minúsculo instante creyó haberse caído y golpeado la cabeza. Le faltaba el aire, en realidad, había olvidado como respirar. Fue consciente que seguía inmóvil en la entrada de la casa, petrificado y sin aliento, cuando escuchó el filo de su espada ser sacada de la vaina.

Sebastian tampoco hablaba. Por el contrario, dedicaba toda la atención a Ezra, atemorizando con su mirada oscura. Con una mano sujetaba a Joyeuse muy fuerte por el mango y, con la otra, acariciaba el filo sin reparar si se cortaba o no.

—¿Qué haces aquí? —exigió Ezra sin poder disimular los nervios. Tragó saliva, llevando la atención a nada más que al chico de cabello platinado; a cada uno de sus movimientos, sus gestos. Podría decir que lo conocía después de pasar un tiempo en su horrible compañía, mas sabía también que Jonathan Morgenstern era lo que llamaban un ser impredecible—. Creo haber dejado en claro cuando me fui que no quiero saber nada de ti.

Sebastian arrugó la nariz.

—Mentiroso —sonrió—. De no querer saber nada conmigo no hubieras ido ayer al campo de batalla donde sabías que yo iba a estar presente —lo acusó, sin borrar la sonrisa maliciosa. Arrojó la espada sobre el sofá. La poca luz que lo iluminaba brillaba contra su piel, resaltando su palidez y cada ángulo marcado de su rostro malvado.

Ezra era consciente que iba en desventaja. Sobre todo porque sus manos eran dos cuerpos flácidos que no detenían el temblor. Necesitaba demostrar lo contrario, no solo a Sebastian, sino también a él mismo. Apretó los puños y tragó saliva, iba a actuar.

—Oh, tu sabes muy bien que no estoy mintiendo —negó, echando las llaves sobre la mesa junto a la puerta. De alguna manera envió brillo a sus ojos, diversión que no fue desapercibida por su contrincante—. Solo quieres convencerte de lo contrario porque no soportas que alguien te contradiga.

Dio un paso atrás, acercándose a la puerta. No sabía con cuánta ventaja contaba, si tenía coraje suficiente para salir corriendo cuando Sebastian estaba en el extremo opuesto de la sala, a unos pasos. Conocía que tan veloz podía ser el hijo de Valentine y que si se lo proponía en medio segundo estaría sobre él. Nada le costaba intentarlo porque no estaba en sus planes volver a ser su prisionero.

Tanteó el picaporte y sintió el tacto frío del acero en la piel. Antes de que pudiera ordenar las ideas y buscar una posibilidad de escape, como lo predijo, Sebastian saltó hacia adelante y se plantó ante él, tan rápido como furioso. Le envolvió las muñecas con las manos ásperas y jaló de Ezra hacia su cuerpo, ocasionando un impacto mutuo. Lo sacudió y sin soltarlo, lo empujó hacia la pared.

—No me toques —lo amenazó Ezra entre dientes, girando el rostro para evitar tenerlo de frente. Compartir su mismo aire hacía que se le retuerza el estómago. Asco, temor, odio: mantenía los peores sentimientos reservados para él.

Warrior | Alec LightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora