Capítulo cuarenta y cuatro

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PREDICADORES DE SOMBRAS▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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PREDICADORES DE SOMBRAS
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Se frotó la muñeca una última vez antes de dirigirse a la puerta. Ya no le sorprendía ver cómo su cuerpo sanaba por sus propios medios, en especial después de ver como se repuso en cuestión de horas luego de una fractura de tibia. Tenía algo especial, supo decirle Magnus un par de veces y cada día se convencía de ello. No tenía miedo de su poder, no hasta el momento en que Sebastian se interesó en él y lo puso a prueba.

Todo comenzó temprano por la mañana, cuando Jace entró a su habitación diciendo que debía entrenar. Prefirió no protestar y obedecer, así que hizo lo que le ordenaron y, luego de cambiarse, lo siguió. Al llegar a la planta baja encontró a Clary, tan confundida y aturdida como él. Sebastian estaba allí también, más sonriente de lo normal, señal de que traía consigo alguna idea retorcida que implementar para con ellos. Los guiaron al pequeño corredor, a una de las tantas puertas cerradas que Ezra halló en su primer día, y descendieron por una escalera a un cuarto sombrío y sucio, que olía a humedad, cubierto de óxido y moho. Todo lo opuesto al piso de arriba. En el centro del lugar, un par de sillas ocupaban espacio y solo eso. No había más, ni ventanas, ni respiración, nada.

—Por voluntad propia o... —ordenó Sebastian, insinuando que ambos debían ser atados a las sillas.

Ezra no tuvo la oportunidad de protestar o de mostrar su enfado. Clary se adelantó, ocupando uno de los lugares como niña obediente que precisamente nunca fue. Pero ese era el plan, ser obediente e intentar ganar su confianza. Ezra gruñó cuando pasó junto a Sebastian, se sentó de mala gana y lo miró con mala cara cuando él lo encadenó a la silla por las extremidades mientras Jace hacía lo propio con Clary.

—Sabía de antes que estabas demente... ahora no encuentro la palabra correcta para describirte porque cualquier palabra horrible es inútil para lo que eres —murmuró Ezra.

—Sanaras, lo haces rápido —replicó el monstruo y le guiñó el ojo, descarado.

No les dieron instrucciones o explicaciones de por qué hacían eso con ellos. Se marcharon murmurando entre sí.

—No puedo creerlo —berreó Clary, tirando de las cadenas oxidadas.

—No hagas eso, solo vas a conseguir lastimarte y hasta quizás contraer una infección.

—¿Tienes una mejor idea?

—Creo que sí, fui criado por un hombre que piensa que arrojarse de un avión es divertido —consideró Ezra. Sebastian sabía exactamente lo que Ezra debía hacer al momento en que dijo «Sanarás». Estaba probando su poder.

—¿Entonces por qué seguimos aquí?

—Porque cualquier lugar es mejor que estar con ellos y porque somos diferentes, no creo que sea conveniente para ti lo que tengo en mente.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now