Capítulo cuarenta y siete

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BAJO PRESIÓN▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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BAJO PRESIÓN
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Jugó con la vara, haciéndola girar entre los dedos. La movía como si no tuviera peso, en realidad ya no tenía. Cada día que concurrió a un estricto entrenamiento —después de ampollas e incontables astillas perforándole la palma— todo parecía más fácil hasta que la vara se volvió ligera y dominable. Ezra se deslizó sobre un costado, atrapando a su contrincante en un círculo que solo él imaginaba, analizándolo como una fiera a su presa. Gotas de sudor le caían por la sien y la espalda, sentía el sabor metálico de la sangre llenarle la boca. Estaba cansado, sucio y herido, mas no sentía dolor. Podía lastimarse, sangrar y en cuestión de minutos la herida desaparecía limpiando su piel sin dejar una sola cicatriz blanca o incluso dolor. Por supuesto Sebastian encontraba su don muy excitante y cada día —luego de que regresara de una de sus misiones suicidas— exigía que lo pusiera en práctica con él.

Vio más veces a Sebastian Morgenstern sin camisa que a su propio novio.

Pero de la práctica concluía en el saber y hasta el momento Ezra aprendió que mayor la herida, mayor el desgaste que su cuerpo pasaba. Muchas veces llegó al punto de perder el control de sus propias extremidades. Bastó un par de prácticas para que le diera igual, si iba a estar cautivo debía sacar el mayor provecho de ello.

Jadeó cuando recibió un golpe en las costillas derechas y perdió el equilibrio. Apretó los dientes y avanzó sobre su contrincante, un hombre de unos cuarenta y tantos llamado Matthias Gonzales. Matthias pertenecía al instituto de Buenos Aires y hacía poco tiempo se convirtió en la nueva adquisición de los Oscurecidos, un grupo que incrementaba día a día.

—Eres débil... como una mujercita —escupió Matthias, crispado.

Las burlas no le provocaba nada, algunos hombres ejercían poder verbal o físico sobre otros solo para ocultar la inferioridad que sentían ante su presencia. Hizo un paso hacia él, golpeándolo en el pecho con la vara, luego otro golpe detrás de sus rodillas haciéndolo encorvar y, para terminar, tras asestar un golpe en su espalda, logró hacerlo caer de bruces al suelo.

—Sabes lo que dicen, más grandes, más lentos —se burló Ezra, observando desde arriba—. Siento herir tu masculinidad.

Un sonoro aplauso retumbó por todo el salón cilíndrico y vacío y, de pronto, Ezra se sintió observado. Giró captando la presencia de Sebastian dirigirse hacia el centro del cuarto. Se veía desarreglado, casi desastroso. El cinturón de armas le colgaba de la cintura, tenía la camiseta abierta en una manga y una mancha de sangre se extendía sobre su pecho. No era algo nuevo. Se trataba de la herida que Daphne hizo con Gloriosa, que pese al tiempo, no había sanado ni un poco. Ezra se preguntaba cómo lo estaría llevando su hermano... si seguía con vida.

—Has progresado en los últimos días... rápido —comentó el hijo de Valentine, por fin llegando a su lado, observándolo curioso.

—Sigue siendo inútil, Jonathan. Deberíamos deshacernos de él —gimoteó Matthias, limpiándose la boca ensangrentada, haciendo que Ezra riera inesperadamente, quizás por primera vez en las dos semanas que estaba allí con ellos. El hombre se incorporó de un salto e hizo ademán de acercarse a él, mas antes de que pudiera dar un solo paso, Sebastian le cortó el camino.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now