Capítulo treinta y nueve

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LOS IDOS REGRESAN▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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LOS IDOS REGRESAN
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Nueva York, dos días después.

—Camila Belcourt —reflexionó Kaleem Carstairs cruzado de brazos, analizando el papel con ojos sospechosos—. Por lo que sé, es el vampiro jefe del clan de Manhattan. Hace un par de meses fue destituida de su cargo, dejando el mando al segundo, Raphael Santiago. Es bastante antigua, por no decir vieja, y le encantan los juegos casi tanto como a un hada.

—¿Quieres decir que hay algo escondido en todo esto? —indagó Alexander, reposando la espalda en el respaldo de la silla. La sala de armas era el lugar perfecto para hablar sin ser escuchados. Sobre todo porque rara vez Ezra pasaba por ahí.

—Es muy probable.

A unos centímetros de él, Alec frunció el ceño, analizando qué podría querer Camille con alguien como el muchacho ese... William. No quiso involucrar a Ezra en la situación porque no quería que se lleve una decepción enorme si no encontraban nada que destacar, como consecuencia, tuvo que acudir a Kaleem, por segunda vez.

—Conozco a Raphael desde pequeño, se ha metido en algunos problemas con la Clave, pero no estaba al tanto de Camille hasta que Erik envió el mensaje con su nombre —explicó Alec, apartándose el cabello de la frente—. Ahora dime, ¿Cómo es que sabes todo esto?

—¿Importa?

—Curiosidad.

—Hace días que estás muy curioso...

—Bueno, si tu no escondieras a alguien en Londres...

—No estoy escondiendo a nadie —espetó Kaleem en voz baja. Miró sobre su hombro.

—¿Y por qué te pones tan nervioso?

—Olvídalo —negó Kaleem y sacudió la cabeza—. En fin, no sé si recuerdas que trabajé para la Inquisidora Herondale, por ende estuve al tanto del submundo y todo ese embrollo. Si hay algo que debes saber de ellos es que pueden estar escondidos ocultándose de la luz del sol, mas no les impide estar al tanto de las cosas, tienen oídos en cada rincón del mundo —comentó y chasqueó la lengua—. No entiendo porque me dices esto a mí, no tengo parentesco con ese muchacho, no me importa en lo absoluto. Y si te dije lo que acabo de decirte fue por Ezra, porque lo aprecio y haría lo que sea por verlo bien, pero esto no es lo mío, no esperes más de lo que acabo de darte. Lo siento.

El británico dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta.

—Así que te lavaras las manos —protestó Alec, haciendo que detenga el paso—. Tal como lo hacen todos los Carstairs, siempre dejando el trabajo sucio a los demás.

—Llámalo como quieras, no es mi asunto —Abrió la puerta y antes de cruzar, se giró hacia el ojiazul—. Puede que mis padres no se involucren en los problemas de la Clave, pero sin duda, ellos jamás traicionarían a su raza como lo hicieron ustedes.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now