Capítulo cincuenta y seis

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EL MUNDO DE CABEZA▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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EL MUNDO DE CABEZA
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—Tu runa de energía se desvaneció —observó Alec, rompiendo el silencio después de varios minutos de caminata.

Andaban en fila, inconscientemente en grupos de a dos, subiendo y bajando dunas de arena profunda que les cubría hasta el tobillo y pasando entre pequeños arroyos. En ningún momento se detuvieron, algunos habían descansado lo suficiente la noche anterior, otros, como Alec e Isabelle, no tanto, pero aun así seguían el ritmo que Jace disponía.

—No la necesito, gracias —dijo Ezra dándole un apretón cariñoso en el brazo. Alec frunció el ceño ante su respuesta y se vio obligado a excusarse—. Piernas de voleibolista. Toda mi secundaria fui parte del equipo de voleibol de playa y el entrenador nos hacía correr sobre la arena en peores condiciones que esta, en Brighton Beach, o en el agua de la piscina del instituto. Mis piernas todavía pueden resistir.

—Suena doloroso —acotó Jace por delante de ellos, con Isabelle a su lado.

—Nunca se me hubiese ocurrido esa técnica de entrenamiento —admitió Alec, encogiendo los hombros—. Mundanos corriendo en la arena... ¿es siquiera legal en su mundo?

Jace rió ante el chiste de su parabatai.

—Primero: no los llames mundanos, son personas. Segundo: ¿te golpeo ahora o lo hago luego? —dijo Ezra, alzando una ceja.

Alec abrió la boca para replicar, pero un grito opacó su voz.

—¡Jace! —chilló Clary desde el último lugar en la fila. Caminaba junto a Simon justo por detrás de Kaleem, Emma y William.

—¿Qué pasa? —replicó él girando a verla. El viento azotó su cabello sobre su rostro.

—Hay algo allí —respondió señalando por delante de ellos, en la distancia—. Simon cree que es una ciudad...

—¿Entonces si es una ciudad? —indagó Kaleem, frunciendo la vista para ver a la distancia. El panorama era borroso por la bruma que circulaba en el ambiente.

Ezra se volvió hacia delante. Sintió la piel del antebrazo arder cuando Alec le dibujó una runa de visión que lo mejoró todo. Captó un destello de algo blanco, o podía ser plateado. No lo sabía, la luz amarillenta del día no lo dejaba ver con claridad, aunque advertía algo grande casi imposible de evitar si pasaban cerca.

—Vamos —Alec le dio un empujón y comenzaron a correr, siguiendo el paso a Jace que se adelantó unos metros con Isabelle pisándole los talones.

Empezaron bajando una pendiente, tropezando y patinando por las piedras en la superficie, desgastando la suela de las botas de montaña, hasta llegar al final de la cuesta, deteniéndose en lo que en un principio pareció ser un barranco.

Ezra se detuvo de golpe, como si una pared invisible se hubiera plantado delante de él. Estaban ante un valle, un valle que resguardaba las ruinas de una vieja ciudad que se veía destruida. Las casas y los edificios eran solo un montón de escombro y los canales estaban secos, repletos de tierra y musgo, proyectando el pasar de los años de abandono. Un reflejo opaco le dio junto en los ojos y observó entre las ruinas, notando columnas rotas hechas de una brillante piedra pálida.

Warrior | Alec LightwoodWo Geschichten leben. Entdecke jetzt