Capítulo veintiocho

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LA CIUDAD DE CRISTAL▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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LA CIUDAD DE CRISTAL
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Cerró los ojos, disfrutando de los cálidos rayos de sol. Después de dos semanas, siete días exactos de intensas lluvias y aguanieve, lo sentía como una caricia al alma. Londres estaba siendo una ciudad agradable, Ezra trataba de hacerlo llevadero entrenando casi diez horas al día, investigando sobre su don de curación y como usarlo, además de pasar tiempo con William que resultó ser un bebé demasiado bueno.

En la última semana, adoptó la costumbre de subir al tejado y sentarse en silencio a pensar. Pensaba en Daniel, su padre de toda la vida, preguntándose en qué lugar del mundo se encontraría en ese mismo momento y daba gracias al cielo que no haya estado presente para verlo experimentar y convertirse en un cazador de sombras. Pensaba en Imogen y lo cruel e inesperada que fue su muerte. Pensaba en su supuesta familia biológica, los Herondale y si quedaría alguna otra persona en el mundo que porte el apellido además de él. También pensaba en Kaleem, en lo mal que estuvo besarlo y después de tantos días aún se preguntaba por qué lo hizo si él tenía corazón para una persona y esa persona era Alec. Alexander Lightwood ocupaba su mente por completo, se vivía cuestionando si pensaría en él. Honestamente comenzaba a dudarlo.

Haciendo sus problemas a un lado, abriendo los ojos y volviendo a la realidad, abrió el libro que descansaba sobre su regazo y se dispuso a continuar con la lectura. Parabatai, decía el título y su mente le obsequió la imagen de los únicos Parabatai que conocía hasta la fecha, Jace y Alec.

Otra vez Alec.

—Solo se puede tener un parabatai en la vida —leyó en voz baja—. El único vínculo prohibido para el parabatai es el vínculo romántico.

—Con que buscando un parabatai, eh —habló Kaleem, haciendo que se sobresaltara. Ezra volvió la cabeza hacia él, estaba de pie con las manos en los bolsillos de un pantalón de buzo. Se le hacía extraño verlo tan informal en comparación a la elegancia cuando lo conoció. Le sonrió y aceptó el gesto como una invitación para sentarse a su lado, hombro con hombro—. Sabes, si te hubiera conocido antes, estoy casi seguro que hubiéramos sido buenos parabatai.

—¿Qué te hace pensar que yo te escogería a ti? —bromeó Ezra, poniendo el marcador en la hoja y cerrando el libro para mirar al chico a la cara.

Kaleem arrugó la nariz.

—Uh, golpe bajo —rió y Ezra sonrió contagiado ante el sonido de su risa.

—¿Todo bien? ¿William?

Una noche, cuando llovía a cántaros y las lámparas de gas no daban abasto, Kaleem y Ezra durmieron en el cuarto de William que estaba frente a la habitación de Ezra. Dejaban las puertas abiertas y hasta habían comprado uno de esos artefactos para oír todo lo que él hacía. Millicent los vio cantando una canción de cuna y desde ese momento comenzó a decir que eran los padres de William, luego siguió Bridget quien insinuaba que el pequeño comenzaba a parecerse a ellos. Tonterías, coincidían los dos.

Warrior | Alec LightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora