Capítulo cincuenta

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SANTOS Y PECADORES▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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SANTOS Y PECADORES
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El interior del Salón del Ángel era más grande de lo que lograba recordar, aunque solo lo haya visitado contadas veces. Tras el ataque en octubre, casi dos meses atrás, lo había restaurado de pies a cabeza. Los nefilim eran eficaces en ese sentido y bastaron días para que reconstruyeran la ciudad de los destrozos. El suelo seguía siendo el mismo, allí donde los demonios arrastraron sus garras, estaba pulido en exageración y ahora era tan claro que se lograba reflejar las runas que decoraban el nuevo techo de cristal.

Ezra siguió a Kaleem y a William al centro del Salón, a la fuente. Era una figura de una sirena de piedra con detalles en bronce y cobre. La criatura horripilante, porque él no creía que existieran estatuas bonitas, sujetaba una jarra por la que llovía agua, que ante los rayos de sol que entraban a través de la claraboya sobre ellos parecía tornarse dorada.

—¿Vas a decirme que hacemos aquí? —preguntó Ezra, sin aguantar el silencio impuesto por Kaleem.

—Vamos a bautizar las espadas —respondió William, pacífico. Había observado que su presencia era fuerte y al mismo tiempo calma. Mirarlo le daba paz, algo que no sabía que podía tener viviendo en un mundo como el de los cazadores de sombras—. Leí sobre eso, no es que lo haya hecho antes. Aunque no lo recordaría, supongo —añadió en un susurro.

Kaleem, que en ese momento parecía ser más abuelo de ambos que amigo/padre, esperó a que callaran para acercarse más a la fuerte y sumergió el filo de la espada en el agua.

—«Que las aguas de esta fuente limpien esta hoja. Conságrala solo para mi uso. Permíteme usarla solo en ayuda de las causas justas. Permíteme que la blanda con rectitud. Que me guié para ser un guerrero digno de Idris. Y que me proteja para que pueda regresar a esta fuente y bendecir de nuevo su metal. En el nombre de Raziel» —citó y quitó la espada que burbujeaba y destellaba en el agua—. Durandal —la nombró y, para concluir, la guardó en la vaina.

¿Qué demonios? Quiso decir Ezra. Por el contrario, fue el siguiente en sumergir la espada y citar las palabras mencionadas con ayuda de su amigo. Terminó por nombrarla «Joyeuse» y se hizo a un lado para dar lugar a William. Entonces oyó revuelo en el exterior y se giró hacia Kaleem solo para comprobar por sus cejas hundidas que también había oído los gritos. Su amigo se llevó un dedo a los labios para indicarle que guardara silencio y así poder escuchar más claro mientras William terminaba el proceso de bautizo.

—«En el nombre de Raziel...» Excalibur —finalizó, amontonando las palabras, y calzó la espada en el estuche. Se enderezó como un robot programado a la batalla—. ¿Qué está pasando afuera?

Los tres fueron a la salida para verificar.

No fue solo el revuelo lo que llamó la atención de Ezra, sino también los colores del humo que vagaba por el cielo en tonos rojos y dorados. Una vez leyó sobre los diferentes colores de humo. Cada uno representaba una situación diferente. Existía el humo de la victoria, de la guerra y muchos otros más que no recordaba porque en ese momento no le parecía importante aprender más sobre ello.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now