Ezra Benjamín West tiene dieciocho años y una vida considerada ordinaria para muchos de los que lo rodean. Hasta que una noche de sábado conoce al apuesto Alexander Lightwood, un muchacho que jura que al igual que él, Ezra es parte de un mundo sobre...
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PRINCIPIOS ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
Como un clásico día de finales de agosto en Nueva York, el viento soplaba suave, acarreando oleadas calurosas que se reflejaban en el sudor de las personas. El sol comenzaba a descender, iluminando el cielo de distintos tonos de naranja tal una paleta de colores degradados hasta amarillo. Ezra cargaba una cubeta con agua y detergente, la depositó en el suelo a sus pies y, mientras veía pasar a las personas en la calle, limpiaba la vidriera tarareando una vieja canción que sonaba en la radio.
Era sábado y, para su fortuna, no le tocaba soportar a los malos escritores de poesía que actuaban por la noche, sino que saldría en una cita con un Cazador de Sombras. Si alguien le hubiera dicho el primer día que conoció a Alexander Lightwood, que unas semanas después iban a salir, se hubiera reído hasta tener calambres. Pero allí estaba esperando que sea la hora de la salida para verlo con una mezcla de sentimientos encontrados. Alec era guapo, físicamente perfecto y con un carácter particular que lo hacía volver loco. No había nada de malo en eso, claro que no, pero lo que más le preocupaba a Ezra era si el nefilim soportaría la presión de salir con otro hombre y todo lo que conlleva.
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Del otro lado de la calle, Alexander Lightwood lo observaba inquieto y nervioso, esperando y rogando que los nervios no le jueguen una mala pasada porque no estaba seguro de tener otra oportunidad. No entendía cómo un chico como Ezra accedería a salir con él, alguien que no fue precisamente un amor las pasadas semanas. Por eso y más, cuando respondió de manera afirmativa y con una sonrisa, el corazón se le disparó del pecho. En un principio fue complicado afrontar la situación, nunca se sintió de esa manera con nadie y los nuevos sentimientos lo espantaban. Ezra era inteligente, decidido e independiente, terco de a momentos y muy hermoso, lo hacía sentir y eso le gustaba pese a muchas veces declarar lo contrario.
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Faltaban minutos para dar por finalizada su jornada laboral cuando notó a Alexander en la acera de enfrente hablando por teléfono. Observó que no vestía su equipo de combate o los sweaters de puños deshilachados como lo hacía todos los días, sino que pasaba como un mundano más con una camisa de mezclilla y vaqueros negros. Les fue imposible a las mujeres que arribaban a la cafetería no torcerse el cuello para verlo. Alec era guapo y su actitud indiferente, más allá de ser insoportable, lo hacía guapísimo.
Terminó de limpiar el resto de la vidriera y dio por finalizada su jornada a las ocho treinta cuando el sol ya estaba casi oculto por completo. Se encerró en el servicio e intentó arreglarse el cabello con los dedos, no había nada que pudiera hacer más que refrescarse y echarse perfume que poco opacaba el aroma a café del ambiente. Se despidió de Liliane y salió al encuentro con el Cazador de Sombras que ahora ponía su atención en él. No sintió nervios hasta que cruzó la calle y se encontró frente a frente con su persona.
