5. Atardecer

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Diario de Débora

*

Su hermana postiza

ofició un día una misa

en la que invocó...

*

11 de marzo de 2003

Luego de dormir unas horas, recordé aquel sueño que me había dejado desvelada. Mejor lo anoto en este momento, antes de bajar a desayunar, porque si no, podría olvidarlo de nuevo. En él, viajaba por el espacio dentro de un tubo de energía y sentía el vértigo y la velocidad. Luchaba con unos insectos gigantes, no logré verlos del todo, aunque sabía que no querían que llegara a mi destino. Fui capaz de liberarme de ellos tras concentrar mi poder para dispararles rayos dorados. Por fin, aterricé en el planeta que buscaba.

Estaba en un desierto. Recién ahí noté que me movía con un cuerpo distinto: era más alta, con otra piel y creo que vestía una especie de armadura. Volví a ver el templo en ruinas, caminé hasta él y encontré esos cadáveres extraterrestres calcinados. Me paré en el centro del edificio, cerré las manos y enfrenté a las estrellas con un grito que juraba venganza.

Sí.

Estoy enloqueciendo.

***

Odio a los turistas. ¡Ensucian la playa y el bosque, y dejan el centro hecho un desastre! Por suerte, el resto del año Costa Santa es un lugar muy tranquilo, quizás el más lindo del Partido de la Costa, aunque no es tan conocido como Pinamar.

De verdad, me molesta que no cuiden el lugar. ¡Si no es por higiene, aunque sea por el medio ambiente! Menos mal que ya se acabó la época de vacaciones.

Ahora está más calmado y puedo ir a caminar por el bosque, que queda solo a unas cuadras de casa. Me prometo mantenerme en la parte urbanizada, donde está el Paseo del Bosque y hay más gente, pero a veces no resisto las ganas de explorar. Siempre me manejo con cuidado; mis padres me advirtieron que hay degenerados que pueden querer aprovecharse de una mujer. Es injusto tener que cuidarme solo por ser una chica. Aunque también es cierto que en general un hombre es más grande y fuerte. ¿Cómo podría defenderme si me atacan? Sería imposible si trae un arma.

Me invade un escalofrío. Cada vez que pienso en esas cosas, me dan ganas de estudiar artes marciales.

El mundo es tan injusto. Nadie debería ser capaz de aprovecharse de otra persona. Me encantaría poder sentarme a meditar sola entre los árboles, sin tener que preocuparme por mi seguridad. Tantas chicas desaparecen en todo el país... A pesar de eso, Costa Santa parece ajena a eso, como inocente e idílica. Igual, nunca se sabe. No me queda otra que ser precavida.

Quisiera ser fuerte e invulnerable para que nadie pudiese meterse conmigo, también para defender a otras personas. Como hacen los seres de los que hablan las leyendas urbanas. Pero nada de eso existe. Son puras fantasías con las que busco escapar de este mundo que muchas veces es horrible.

***

A la tarde, cuando volví de danzas, encontré a mamá llorando. Al principio, no quería decirme por qué. Después, me contó que comió un poco del chocolate amargo que usó para unas tortas. Le dije que no se preocupara, que siguiera con la dieta, pero sin exigirse.

Debe ser muy difícil no tentarse trabajando como pastelera. Hoy llamaron del Café Emperador para hacerle nuevos encargos, y todavía no había hecho unas tortas para un cumpleaños de quince, así que la ayudé con eso. Mientras revolvía la mezcla en un bol, tuve una extraña sensación. Empecé a escuchar unos cánticos repetitivos en mi cabeza, aunque no entendí lo que decían. Eso me pasa por ver The craft con las chicas. No más películas de brujas por un tiempo.

Volviendo a mi vieja, desearía que se aceptara como es. Flaca o gordita, para mí es hermosa y es la mejor mamá del mundo.

***

No sé cómo pasó, quizás tenía la cabeza quemada. Después de cenar, papá me había pedido que tocara el piano, y lo hice para levantarle el ánimo a mamá. Cuando terminé, subí corriendo y me puse a estudiar.

Me quedé hasta tarde para ponerme al día. Estaba un poco atrasada y no iba a dejar que nadie me quitara la medalla al mejor promedio. En un momento, mientras escribía un trabajo de Geografía, noté algo al lado. Giré, esperando encontrar un gato en la ventana.

Todavía siento escalofríos. Vi unas figuras transparentes, parecían unos monjes encapuchados. Eran tres. Quería gritar, pero estaba congelada. Junté fuerzas y logré estirar la mano hacia uno de ellos. Cuando parpadeé, ya se habían ido, pero quedó un cosquilleo en mis dedos.

***

Otra vez desvelada. Esta vez, por una sensación que no puedo sacarme de encima: estoy harta. Quisiera mandar todo a la mierda; piano, danzas, gimnasia artística... Quizás hoy estoy rayada y mañana se me pasa.

Si fuera libre de esas cosas, me juntaría cada día con las chicas: pasaríamos las tardes en el centro o en la playa hasta que el sol desapareciera. Seguiría escribiendo canciones, aunque apenas toco el piano. Noche solar es la última que hice. ¿Podré grabarla algún día?

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz