14. Un nuevo arcano en la ciudad. Parte 1

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BRUNO


Tengo miedo. Miedo de no poder distinguir qué es real y qué no.

Estoy en clase y aprovecho que terminé la actividad que nos dio la profe para hacer garabatos en mi cuaderno. Es lo único que logra calmarme cuando me vienen a la cabeza las imágenes de mis sueños con los ángeles y los demonios; también veo a ese tipo de traje y ojos azules, extendiéndome la mano en el acantilado, una y otra vez.

—Anabella está loca... —El comentario de Javier me trae de regreso a la realidad.

—Eso ya lo sabemos —contesto.

—En serio, Bruno. El otro día la encontré conversando en un aula vacía. Cuando me vio, metió unos papeles en la mochila y me echó a los gritos.

—Seguro estaba repasando algo. Yo también hablo solo cuando estudio.

Javier me mira con el ceño fruncido y siento calor en el rostro.

—No sé, fue raro. —Se rasca la cabeza—. Acá en la escuela está todo así... raro —concluye.

Me encuentro demasiado preocupado por mis visiones como para darle importancia a lo que dice así que me quedo haciendo garabatos. Ya para el final de la jornada me calmo bastante y empiezo a dibujar seres alados.

Salimos del colegio. Algunos chicos se quedan hablando y un grupo de chicas murmuran entre risas. Javier y yo enfilamos hacia la comiquería, pero nos detenemos al escuchar unos gritos.

—¡Me tenés harta! —Es Débora, que arrastra a Mariza lejos de las demás—. ¡Dejá de hacerte la inocente!

—¿Qué decís? —Mariza, acorralada contra las rejas de la escuela, nos mira entre avergonzada y pidiendo ayuda.

—Basta, Débora. —Diana intenta alejarla, pero Débora se suelta.

—Dejá de contarle nuestras cosas a Anabella —le dice a Mariza con voz glacial. Varios se acercan, curiosos—. Lo volvés a hacer y estás fuera. No sé por qué no te vas de una vez con ella.

Mariza llora.

—¡Débora! ¿Qué te pasa? —Laura, que acaba de salir, la separa de Mariza—. ¡No podés tratarla así! —Le clava la mirada y Débora no logra sostenérsela.

Mariza, mientras tanto, habla con Diana entre sollozos. Laura toma a Débora del brazo. Le dice algo que no llego a escuchar y se van.

—¿Qué pasó? —pregunta Andrés.

—¡¿Qué te importa?! —le grita Diana.

—Vamos, dejémoslas tranquilas —le digo a Javier y nos alejamos rápido.

***

Después de ver cómics con Javier, paso por casa a dejar la mochila y cambiarme, y me dirijo hacia la playa. Como esperaba, a esta hora está vacía. Aprovecho y me transformo. Me siento en la arena y miro el oleaje mientras muevo las alas; las estiro y observo por un rato. La calma termina cuando vuelvo a ver al tipo de traje azul en mi mente. Suspiro y despego.

Me deslizo por una corriente de aire tibio. De pronto, estalla un calor en mi cabeza; los cuernos empiezan a aparecer.

Se forma un nudo en mi estómago, me sacudo en el aire y empiezo a oscilar y descender. Me esfuerzo por recuperar el equilibrio en el vuelo y ganar altura.

Recuerdo al demonio del callejón. Pienso en las personas incapaces de transformarse para luchar contra seres como ese; las imagino capturadas y arrastradas hacia un portal. Necesitan mi ayuda. No puedo quedarme de brazos cruzados.

Quizás todavía no sepa quiénes son mis aliados y cuáles mis enemigos, pero hasta que lo descubra tengo que hacer algo por esta ciudad. Costa Santa ya tiene un nuevo guardián.

Débora:

Débora:

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Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Where stories live. Discover now