22. Mundos que se cruzan. Parte 2

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Después de jugar un rato con la consola, Mackter me sugiere ir a investigar el lugar de donde salió el monstruo arácnido gigante que derrotamos juntos en la ruta. Asiento y salimos de la mansión sin que nos vean, para adentrarnos en el jardín con sigilo. Una vez cubiertos por los árboles, nos transformamos y volamos hacia lo profundo del bosque.

El sol da los últimos arañazos dorados en el cielo, cuando localizamos una zona de árboles destruidos y quemados que emite una vibra extraña. Aterrizamos y caminamos por ella con cuidado, mirando de un lado a otro. Estamos así un rato hasta que Mackster encuentra unos árboles con símbolos tallados en la corteza y me llama. Me acerco rápido. Una vez que llego, sin saber por qué, como si fuera gobernado por un impulso externo, apoyo la mano en una de las talladuras. Cierro los ojos.

Siento el suelo rajado y seco bajo mis pies descalzos; también, el calor de los pozos de fuego. El bosque es distinto: los conductos en las hojas de la vegetación, ahora rojos, laten. El follaje y los troncos son casi tan oscuros como el carbón. Hay huecos en los árboles por los que se ve circular un líquido naranja y brillante. Estoy haciendo contacto con otro mundo... A lo lejos, bajo un cielo con estrellas y galaxias que me son ajenas, al menos en esta vida humana, diviso una mansión.

—Bruno —Mackster me sacude un hombro para traerme de nuevo a la realidad—, ¿viste algo?

—Sí. Creo que era la dimensión del monstruo —digo, mientras avanzo hasta un gran pozo rodeado de vestigios carbonizados, como troncos y raíces—. Deben haberlo invocado acá.

—Bruno... —Tiene los ojos vidriosos—. Sacrificaron gente para invocar a ese demonio.

Miro alrededor, horrorizado.

—¿Cómo sabes? —le pregunto, con la voz temblorosa.

—Puedo sentirlo. —Se lleva una mano al pecho. Después parpadea y sacude la cabeza con expresión seria—. Vayámonos. No aguanto más este lugar.

Emprendemos la retirada cuando escuchamos un zumbido que no para de crecer. Vemos una esfera de luz violeta a lo lejos, que viene hacia nosotros. Nos ocultamos agachándonos detrás de un árbol. Mackster se alarma y quiere despegar para huir, pero se detiene cuando lo tomo del brazo.

—Así nos van a encontrar más fácil. Vení. —Me escabullo entre la vegetación y viene detrás de mí.

—¡Bruno, la luz nos está siguiendo!

No le respondo y empezamos a correr. Me doy cuenta de que tomo los mismos atajos que en aquel sueño en el que me perseguían los ángeles y los demonios. De repente, ya no escucho las pisadas de mi compañero. Volteo, atónito.

—¡Mackster! —Miro rápido para todos lados—. Mackster, ¿dónde estás?

El zumbido vuelve con mayor intensidad y me aturde; segundos después un haz de luz violeta pase sobre mi cabeza. Me hundo entre las sombras, con el corazón latiéndome a mil por hora. ¡Tengo que encontrar a mi amigo!

Avanzo sigiloso entre los árboles. Más allá, en un claro, veo la esfera de luz violeta suspendida en el aire. Me acerco, con gotas heladas de sudor bajándome por el cuello y la espada. Hay algo en el interior de esa cosa... Tardo unos segundos hasta que logro distinguir el perfil de una cabeza con cuernos.

Deduzco que la esfera es un tipo de aparato con el que nos observan desde otro lugar. Justo cuando estoy por ir a destruirla con mi espada, gira hacia mí y me enfrenta: el rostro del enemigo es una calavera con ojos de fuego blanco. Grito asustado. Entonces, la esfera empieza a relucir y crece expandiendo su brillo como una estrella.

—¡Bruno!

Mackster, que no sé de dónde salió, aterriza frente a mí, momentos antes de que un tentáculo salga disparado de la luz violeta. Este lo atrapa, pero retengo con velocidad a mi amigo para que no se lo lleven. Mackster hace aparecer su hacha y logra liberarse cortando el tentáculo. Lo atajo.

Enseguida nos ponemos en guardia y disparamos a la luz violeta, que se sacude y disminuye su brillo. Gritamos y arremetemos con más fuerza. Las llamaradas y los disparos de energía roja y blanca no cesan hasta que el artefacto, ahora de nuevo una esfera, empieza a largar humo y silbar. Mackster y yo despegamos y logramos escapar del estallido. Miro hacia atrás; lo último que queda son unas chispas, que se consumen en el aire.

 Miro hacia atrás; lo último que queda son unas chispas, que se consumen en el aire

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Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Where stories live. Discover now