15. La chica de pelo color noche

1.1K 123 99
                                    

BRUNO


El viernes, a primera hora, me cuentan que Mariza está enferma.

—¿Qué tiene?

—Ni idea. Creo que dolor de cabeza y vómitos —me dice Javier sin darle mucha importancia.

—¿Escucharon lo que pasó ayer en el vestidor de las chicas? —Andrés aparece sonriendo con cara de loco.

—¿Qué? —le pregunto.

Javier lo mira, atento.

—La clase de gimnasia artística había terminado hacía un rato —cuenta Andrés, con los ojos brillantes—. Solo quedaban dos chicas cambiándose, y una salió corriendo y gritando como loca. Unos segundos después, salió la otra, blanca del susto. Dicen que tardó una hora en volver a hablar.

»Hay algo sobrenatural y maldito en el vestidor de las chicas. Algo que la primera vio cara a cara... ¡Era un demonio que se alimenta de chicas vírgenes!

—Callate, Andy. Sos un imbécil —le digo—. Eso es cualquiera.

—Como cuando inventaste que Anabella tenía una gemela malvada encerrada un manicomio —agrega Javier, con los ojos en blanco.

—Piensen lo que quieran, pero es verdad. —Andrés se cruza de brazos—. Si no me creen, pregúntenle a Débora. Ella es la otra chica; la que salió del vestidor después, pálida del miedo.

Giro hacia Débora, que charla despreocupada con sus amigas, y descarto enseguida lo que dijo Andrés. Sin embargo, noto que tiene ojeras y que está un poco más apagada que de costumbre. Quizás la está afectando en serio todo el conflicto con Mariza. Me gustaría acercarme a ella y ser su amigo para poder ayudarla, más allá de si me quiere como novio o no. Obvio que eso me afectaría, pero lo cierto es que me importa su bienestar. Aunque me dolería que solo me quisiera como amigo, lo aceptaría igual. Con ser su amigo me basta.

En realidad, ahora que lo pienso mejor, mi vida se complicó con esto de ser un arcano. Debería descifrar eso y manejarlo bien primero, antes de acercarme a ella.

El resto de la jornada escolar se pasa rápido y lo que queda del día me ocupo de la tarea y los trabajos prácticos. Cuando termino, el cielo está oscuro y mis papás roncan en su cuarto.

Me abrigo y salgo con sigilo de casa, rumbo al centro comercial. La noche me saluda con un abrazo frío. Llego hasta un callejón, tan parecido a ese en el que enfrenté al demonio y me transformé por primera vez; miro a un lado y a otro de la calle corroborando que está vacía, después alumbro el interior del callejón con una llamarada encendida en mi mano así me aseguro de no cruzarme de nuevo con un monstruo. Está vacío. Bien.

Extingo el fuego en mi mano y me adentro en las sombras, donde me transformo. Doy un salto y me impulso con un par de aleteos para llegar hasta la azotea. Aterrizo con agilidad y camino hacia la baranda.

La ciudad está viva. Lo marcan las luces de los edificios, el eco de algún auto acelerando a lo lejos, la gente caminando. Sonrío al ver que un señor entra sano y salvo a su vivienda. Retrocedo y tomo carrera para saltar y desplegar mis alas de nuevo. A mi izquierda está el mar, que ruge agua oscura y sopla una corriente fresca.

Escucho un grito y miro hacia una calle donde un pelado camina rápido para alejarse de la rubia que lo sigue. Parecen estar discutiendo. Ella lo alcanza y lo toma del brazo. El hombre tiembla y se suelta, luego se lleva una mano al pecho, agitado. La mujer avanza de nuevo hacia él, llorando. Extrañado, el tipo le pide disculpas y la abraza.

Entonces, ella se transforma: le surgen alas rojas y escamas en todo su cuerpo, su pelo se transforma en tentáculos. El pelado grita y trata de huir, pero la diabla es rápida y lo atrapa. Le clava sus colmillos en el cuello y empieza a beber su sangre.

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora