42. El diario

742 105 34
                                    

Bruno

No puedo concentrarme. Por suerte, Javier me pasó los apuntes de las últimas clases. La Dama Plateada aparece una y otra vez en mi cabeza... Gaspar y yo la estuvimos buscando, pero no hubo rastros de ella. Espero que esté bien.

Cuando termina la jornada, saludo a Javi y me voy rápido. Necesito despejarme para ordenar mis pensamientos. En el pasillo me cruzo a Débora, que habla con sus amigas abrazada a un cuaderno azul. Cruzamos la mirada por un instante.

Se aparta un mechón de la cara y camina hacia donde estoy. Casi me choca cuando pasa a toda velocidad. ¿Qué le pasa?

Molesto, voy hacia la salida. No quiero perder más tiempo acá. Entonces, veo a Anabella en un aula vacía. Está arrodillada con los brazos extendidos y recita algo que no llego a escuchar. Gira hacia mí y abre la boca, sorprendida. Se pone colorada y se para mientras me alejo de la puerta.

—¡Bruno, esperá! —Me alcanza—. No vas a contarle a nadie lo que viste, ¿no?

No le contesto.

—Bruno...

—¿Qué estabas haciendo? ¿Sos una bruja?

—¿Bruja? ¿Estás loco? —Me alcanza un volante de la presentación de una muestra del taller de teatro—. Nadie lo sabe. Me da vergüenza que me vean actuar. Si querés vení, pero solo.

—Okey... Gracias.

—Esperá. —Me agarra del brazo antes de que retome la marcha—. Estamos buscando varones para la próxima obra. ¿Y si participás un día del taller? Por ahí te gusta y te sumás...

***

Una vez en casa, intento distraerme con los videojuegos, pero no dejo de ver la batalla con los ventaurus cada vez que parpadeo. Siento una daga en el pecho cuando se repite el momento en que Sebastián nos traiciona. Intento dormir una siesta y la sensación empeora. Necesito distraerme.

Camino un buen rato por la ciudad, con un nudo en la garganta. Casi sin darme cuenta, llego al bosque y lo atravieso, sin miedo a encontrarme con quien o lo que sea. De hecho, quisiera ver a Sebastián y enfrentarlo. Me refriego los ojos y sigo avanzando.

Me siento debajo de un árbol a llorar. Confié tanto en él... Si Mackster hubiera muerto en manos del dios demonio, creo que no me detendría hasta matarlo.

Me seco las lágrimas y respiro más tranquilo. Noto algo azul a mi lado. Es un cuaderno. Le sacudo la tierra arenosa y lo abro.

Reconozco la letra enseguida, por todos los trabajos prácticos y apuntes de clases que copié de ella. ¡Este cuaderno es de Débora! Recuerdo haberla visto abrazándolo al salir de clases. Debe habérselo olvidado acá.

Paso unas hojas... No es del colegio. ¡Parece ser una especie de diario! ¿Habrá venido sola al bosque a escribir?

Tendría que devolvérselo enseguida. Sin leerlo, claro...

Cuando llego a casa, la llamo por teléfono. Me contesta la madre y me dice que no está. Vuelvo a llamarla después de cenar, pero da ocupado. Sigo insistiendo.

Una vez que me atienden, la mamá me dice que acaba de irse a su cuarto a dormir. Me doy cuenta de que casi son las diez de la noche, es bastante tarde para llamar y no quiero parecer maleducado. Me despido y corto. No le dejé dicho que encontré su diario en el bosque.

Ya en mi habitación, me tiro en la cama y cierro los ojos. La oscuridad me recibe con un abrazo fresco. Vuelo sobre las terrazas hasta hallarla. Aterrizo a su lado. Ella me regala una pequeña sonrisa detrás del antifaz. Extiende sus alas sombrías, esperándome. La abrazo; la beso. Mi Dama Plateada.

—Lo descubrirán muy pronto —dice.

Abro los ojos. ¿Fue un sueño? Todavía me parece escucharla y sentir sus labios en los míos. Camino hasta la ventana y la abro.

Entra un viento fresco. El cielo está despejado y reina la energía blanca de la luna llena. Miro las estrellas. Me transformo, piso el alféizar y salto con las alas extendidas. La noche es mía.

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora