31. Recuerdos perdidos. Parte 2

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Bruno

El resto de los días me los paso volando por la zona del acantilado, intentando rehacer el camino a la casa de Gaspar, pero no lo encuentro. ¿Sabrá de dónde vienen mis poderes? Por momentos me invade una inquietud: si aquella vez manipuló mi mente y me hizo creer que todo fue un sueño, debe ser un enemigo. De cualquier forma, necesito respuestas y él seguro puede dármelas.

Anochece y planeo hacia el centro, donde ya hay poca gente. Observo las terrazas de los edificios. En una está ella, apoyada en la baranda, con las alas negras extendidas: es la arcana que me salvó hace un tiempo. ¡Por fin vuelvo a verla!

Vigila la calle oscura con una sonrisa serena. Aterrizo a sus espaldas y da un respingo, antes de girar con la espada en mano. Me mira de arriba abajo, y admiro una vez más su antifaz plateado.

—Tranquila. ¿Te acordás de mí? Me ayudaste hace un tiempo con esa diabla de piel escamosa y tentáculos.

—¿Quién sos? —Noto que observa, inquieta, mis cuernos—. No estás con los demonios que raptan gente.

—Soy Bruno. Quería agradecerte. Estuve... ocupado y pensé que esos demonios se habían ido. —Me rasco la nuca. Las últimas semanas me desentendí un poco del tema—. ¿Sabés qué planean y por qué se llevan a las personas?

La chica gira de nuevo hacia la calle.

—No, tampoco me interesa. Estoy buscando algo. Cuando lo encuentre, no me vas a ver más por acá.

—¿Qué es? Tal vez pueda ayudarte.

—No lo sé.

—Te entiendo —suspiro—. A mí también me gustaría recordar. Yo tampoco sé de dónde vienen estos poderes ni esta transformación.

Sonríe y quedamos en silencio. Guarda la espada. Observo su pelo sedoso, acariciado por el viento. Su piel me recuerda a la luna; sus ojos, al bosque. Es hermosa.

Un gato negro maúlla, se enrosca en sus piernas y ronronea fuerte.

—¿Recordás algo sobre el origen de tus poderes?

—Muy poco —revela, mientras acaricia al gato.

—¿Cómo te llamás?

—Me dicen la Dama Plateada.

¡Dios mío! ¡La chica de la leyenda! Me rio nervioso.

—Escuché sobre vos, pero ese no es tu nombre real...

Dama ignora mi comentario; fija la mirada en un punto y deja de tocar al animal, que se aleja tranquilo.

—Hay una extraña energía acumulándose ahí. —Señala hacia la zona residencial y despega. La sigo.

—¿Podés percibirla?

—No todavía. El gato me avisó.

Aterrizamos en una cuadra con casas viejas y pocos locales, todos abandonados. Y para coronar la escena, una iglesia tapiada.

—Qué siniestro...

—Medio que me gusta. —La chica se encoge de hombros y nos reímos.

Escucho un siseo y en cuanto giro en la dirección del sonido, descubro que estamos rodeados por una especie de zombis de piel seca azulada y ojos vacíos. Sus manos son como garras y algunos muestran colmillos.

Dama grita mi nombre en el momento en que uno de ellos se lanza sobre mí. Lo golpeo mientras ella se encarga de los otros. De pronto, tengo una visión: aparece un desierto frente a mis ojos donde un torbellino gigante se desplaza moviendo unos tentáculos que surgen de su centro.

—¡Brunoooo! —la chica vuelve a llamarme.

Vuelvo a la realidad y comprendo que acabo de caer al suelo derribado por un zombi, que está encima de mí, listo para morderme el cuello. Lo incinero de inmediato. Otro me clava sus uñas negras y siento un dolor punzante en el brazo; después, mucho ardor. Lo aturdo de un golpe, clavo mi arma en su pecho y lo quemo.

Escucho un grito de la Dama Plateada y giro, listo para rescatarla, pero la encuentro decapitando a un zombi con un corte certero. La cabeza rebota sobre una pila de otros cuatro zombis, derribados a sus pies. Ya no hay peligro. Me acerco hacia ella, boquiabierto, mientras el cuerpo descabezado da unos últimos pasos antes de desplomarse.

—Eh... ¿estás bien?

Asiente y envaina la espada. Veo una luna creciente en la guarda de su arma.

—Son humanos —explica, mientras se pasa la mano por la mejilla e inspira con fuerza.

—¿Qué? ¿Son personas? —pregunto, cubriéndome la boca.

—Perdón. —Se toma la cabeza y cierra los ojos por un instante—. En realidad, quise decir que fueron humanos hace mucho tiempo. Ya no están vivos. Perdieron sus almas al ser consumidos por... alguna fuerza. —Entrecierra los ojos.

—¿También viste algo?

—Sí...

Se arrodilla y llora.

—Tranquila. —Me agacho a su lado y pongo una mano sobre su hombro; se relaja un poco. Ahora que nos hallamos más cerca, siento su perfume a jazmines frescos—. ¿Estás bien?

Se incorpora sin responderme y empieza a caminar de manera errática. La sigo hasta una esquina donde se detiene a mirar las estrellas. Me acerco a ella:

—Dama... ¿qué te pasa?

Sus ojos verdes me encuentran. Trago saliva y mi corazón empieza a latir con fuerza, cuando me toma del rostro y se acerca hacia mí. Cierro los ojos y la beso. Sus labios son tibios y suaves. Nervioso, levanto la mano para acariciar su piel fría.

No sé cuánto tiempo pasa hasta que nos separamos. Antes de abrir los ojos, escucho un batir de alas. Es la Dama Plateada, que vuela hacia la luna.


La nevada de Julio (spin-off)


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Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Where stories live. Discover now