26. Abducción. Parte 2

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El suelo es negro, completamente negro, y mancha mis zapatillas. Los árboles, si puedo llamarlos así, son de color púrpura, no tienen hojas y estiran unas ramas que parecen brazos hacia el cielo, donde unas esferas, también violáceas, reflectan la luz. Golpea una ventisca húmeda.

Mackster está a mi lado, observando el lugar. Parpadea varias veces.

—¿Dónde estamos? —pregunto y me apoyo en una roca para recuperarme del mareo.

No recuerdo nada más después de que nos atrapara esa luz.

—Es el Ghonteom, hogar de los dioses de Agha.

—Dios mío...

—Nos encontramos en el bosque de Dashnir: territorio enemigo. Ese aparato nos trajo hasta acá para que nos den caza.

Me recorre un escalofrío tras escuchar sus palabras. Una cosa es ser lector o espectador de una historia fantástica, donde al fin y al cabo sé que todo va a estar bien. Ahora, que me hallo de verdad en otra dimensión, cae sobre mí el peso de lo real: abandonamos nuestro planeta, no tengo idea de cómo ni cuándo vamos a volver y nos buscan quién sabe qué seres para matarnos o hacernos algo peor. Me recorre un vértigo y vuelvo a apoyarme en la roca por unos segundos. Giro hacia mi amigo, que toma aire y da los primeros pasos, mirando de un lado a otro para investigar el paisaje. Es claro que ya tiene experiencia en esto.

«Okey: somos arcanos, podemos con esto», me digo a mí mismo para armarme de valor. Tomo aire, ignorando los latidos desbocados en mi pecho, y sigo a Mackster, avanzando firme.

—¿Dónde están los enemigos? —pregunto.

—No sé; por las dudas, transformémonos antes de que nos ataquen.

Intento que el fuego salga de la forma que menos me delate para materializar mis alas y cuernos. Una luz cubre a Mackster con su armadura sagrada.

Damos unos pasos con cautela, mirando a cada lado. Ahora que vuelvo a ver la vegetación, noto que los árboles, si bien no tienen hojas, cuentan con más ramas que los de la Tierra y eso sirve para ocultarnos. Noto que son de un tono más oscuro, casi negro, en la parte superior; supongo que eso les servirá para absorber más luz.

Me estremezco al escuchar unas voces apagadas, que cantan al unísono y me detengo para buscarlas, girando la cabeza de un lado a otro.

—Tranquilo, son los coros de Agha. Los espíritus incorpóreos que mencioné en el escrito que te pasé. No son peligrosos.

Asiento y sigo caminando. Si bien están lejos como para escucharlos bien, logro distinguir algunos nombres en la canción y recuerdo que Mackster mencionó que narraban los mitos de la estirpe de Agha.

—¿Sobre qué cantan? Me parece que mencionan nombres...

De pronto, veo un destello blanco que viene hacia nosotros. Lo esquivamos y se estrella en el suelo, provocando una explosión y una lluvia de tierra oscura. Solo queda un pozo inmenso frente a nosotros.

Levanto la cabeza y miro alrededor, asustado.

Nadie. Mackster me toca en el hombro y señala hacia arriba.

¡Mierda! ¿Qué son esas cosas?

Parecen ángeles, pero emiten una energía completamente distinta; son seres que vuelan en círculos, sobre nosotros, impulsados por alas blancas. Llevan lanzas, ballestas y espadas con inscripciones brillantes. Tienen la piel blanca como la porcelana y una aureola de energía rodeando sus cabezas, que se expande y contrae mientras cambia de color. Distingo un brillo que se concentra en sus frentes...

—¡Son los Dashnos! —grita mi amigo—. ¡Cuidado, Bruno! —Me empuja para que evitemos los disparos.

Desenvaino la espada. Mackster extiende sus manos y sale una energía blanca y roja que forma su hacha. Los enemigos se lanzan contra nosotros en medio de un alarido, con sus aureolas oscurecidas y vuelven a tirarnos rayos desde la frente. Despego y los eludo, también a las flechas luminosas que arrojan de sus ballestas

Libero el fuego de mis manos, que quema a algunos. Esquivo los chispazos y las flechas, maniobrando en un vuelo desesperado, hasta que recibo unos impactos en mis alas y caigo.

La brisa helada intensifica el dolor. Me levanto y me arranco las flechas, que dejan de brillar al disolverse. Mis alas empiezan a sanar enseguida, justo cuando otros Dashnos aterrizan y comienzan a golpearme.

Furioso, decapito a uno y les escupo fuego al resto. Atravieso sus armaduras negras con mi espada. Algunos, que me atacan desde el aire, se derrumban carbonizados. ¡Mackster! ¿Dónde está? Lo encuentro luchando en el cielo.

—¡Bruno! —Me mira con unas llamas rojas flameando en sus ojos, que titilan antes de liberar rayos que atraviesan a varios de nuestros enemigos. Aterriza a mi lado y me toma del brazo.

—¡Vamos!

Corremos entre los árboles. Nos siguen. La vegetación se despeja y vemos frente a nosotros una ciudad de edificios grises en forma de espiral, acariciados en la cima por una bruma púrpura.

Más allá de la ciudad, en una elevación lejana, hay una construcción oscura que parece vigilarlo todo. Desde ahí desciende la niebla. Tiene que ser el templo de Dashnir.

—¡Bruno!

Mackster tira de mi brazo y corremos de regreso al bosque para escondernos, pero nos detenemos enseguida, al notar un brillo en la oscuridad. Son las aureolas de los dashnos, que nos esperan... Giramos de nuevo hacia la ciudad y encontramos a otro grupo de enemigos, que nos corta el paso.

¡Mierda!Giro hacia Mackster, que me mira asustado. No hay nada que podamos hacer. Lotomo de la mano, para calmarlo y tratar de disipar el miedo que me invade, peroes en vano.

***

Bruno y Mackster están conociendo la cara más oscura de la dimensión de los dioses de Agha. ¿Qué harán los Dashnos con ellos? ¿Vendrán los dioses a rescatarlos?

Mati :)

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum