Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)

12. Corazas

Diario de Débora

Un planeta desértico

unió a las hermanas

para construir su templo.

18 de marzo de 2003

El lunes, cuando volví a la escuela, quise hacer como si no hubiera sucedido nada, pero no tuve mucho éxito. Las chicas no dejaban de preguntarme qué me pasaba.

La peor parte fue cuando caminé de regreso a casa. No podía dejar de mirar para todos lados. Cualquier ruido me alteraba. Podían volver por mí. Van a volver por mí. ¡Saben dónde vivo!

En cuanto llegué, me agarró un ataque de llanto. Encerrada en mi cuarto, me abracé a los peluches que suelo tener desparramados sobre la cama. Y entonces volvió a suceder. Me transformé en esa bestia. Cerré las ventanas con un nudo en la garganta y decidí observarme en detalle.

Cuando soy ese monstruo, llevo una especie de antifaz grueso y oscuro, del que salen unos cuernos largos. Y tengo colmillos. Por suerte, mantengo mi cabello rubio y mis ojos verdes. Me acaricio y siento el filo de mis uñas.

Estoy cubierta de escamas. Desde la base del cuello hasta la cintura, son amarillas y tienen una especie de exoesqueleto. En los brazos y el resto del cuerpo son negras. ¡Ah! Y tengo alas parecidas a las de los malditos murciélagos. Puedo volar.

No sé qué soy; no sé qué puedo hacer, ni por qué. Y lo peor es que tengo que enfrentarlo sola.

Pensé en contarles a mis viejos todo lo que pasó aquella noche: que los monjes me raptaron y me llevaron hasta el bosque, y que, entonces, apareció ese tipo siniestro e hizo una ceremonia infernal conmigo en el centro.

Sin embargo, en cuanto me propongo hacerlo, quedo muda y pegada a la silla. No sé si es producto de la magia negra de esa secta o del terror que me invade al siquiera considerar decirles a mis padres que me transformo en un monstruo.

No. No puedo contárselos. Jamás serían capaces de entenderlo y saldrían corriendo de solo verme. Tampoco puedo confiar en mis amigas. Nadie tiene que saber lo que soy.