11. Una visita oscura. Parte 1

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BRUNO


—¡Despertate, Bruno! —grita mamá.

Me sacudo. ¡El monstruo! ¡La transformación! Noto que estoy en mi cama, en mi cuarto, y no en el callejón. Mamá golpea la puerta y la abre.

—Ya te perdiste el desayuno. Bajá a almorzar —dice, y se va.

Me acerco a la ropa y la reviso para asegurarme de que no esté quemada. Encuentro el pantalón con una mancha seca de orina y recuerdo el momento en que temblé, aterrado, frente al demonio. Cuando me pongo a buscar otro pantalón, siento calor y electricidad en una mano.

Empieza a salir fuego... ¡sin control! ¡No! ¿Qué está pasando? ¡Hasta ahora pude manejar este poder! Me alivia ver que las llamas no incendian nada, son diferentes a las de otras veces. ¿Por qué sale tanto fuego? ¡Tengo que detenerlo! ¡Papá o mamá pueden subir!

Mierda, no puedo apagarlo. En vez de ir hacia afuera, las llamas rodean mi mano, que se cubre de esa piel blanco marfil. Las uñas se vuelven filosas. El fuego quiere avanzar y transformar mi cuerpo de nuevo. Observo horrorizado mientras va cambiando mi ropa al subir por mi brazo. Lo sacudo y cierro los ojos. Por favor, que esto se termine. Empiezo a respirar con calma y, poco a poco, la temperatura disminuye. Abro los ojos despacio, observo mi mano y mis ropas, las toco. Están frías.

Todo esto viene de antes y no puedo ignorarlo: hace unos meses descubrí que era capaz de incendiar cosas con la mente. Al principio hubo pequeños accidentes con un libro de la escuela, un estante de la biblioteca de papá, el cuadro con una casa siniestra que me había asustado de chico... Hasta que un día, una llama salió disparada de mis manos. Esa vez, tan solo quemé un póster de Evangelion en la pared de mi cuarto. Echo un vistazo al lugar, todavía manchado de negro.

Todo bien con tener poderes, pero esto de transformarme en una cosa monstruosa es demasiado. ¿Me habré vuelto loco?

Espero unos instantes antes de salir del cuarto, para asegurarme de que no voy a cambiar otra vez. Después corro hasta el baño, donde me pego una ducha. Ya con ropas limpias, bajo rápido hacia el lavadero y pongo el pantalón manchado de orina y la remera que usé ayer en la máquina, mientras mi vieja sigue llamándome a los gritos desde la cocina.

Voy hasta allá y la encuentro comiendo con papá. Me caliento mi plato en el microondas y me siento con ellos. Con el corazón todavía acelerado, empiezo a comer.

—¿Estás bien, Bru? —pregunta mamá y me atraganto.

—Sí. —Mi voz tiembla.

—Ayer no te escuchamos llegar —comenta mi viejo.

—Dormían como troncos.

Se ríen. Estoy demasiado asustado para encontrarle gracia al asunto.

—¿Te fue bien?

—Sí. —Termino mi plato rápido, en varias bocanadas, y engullo la comida. Quiero irme antes de que me pregunten más cosas—. Ya no tengo hambre —digo, y vuelvo a mi cuarto.

—¡Bruno, comiste poco! —grita mi mamá desde el hueco de las escaleras.

Cierro la puerta de mi habitación con fuerza.

No puedo contarles lo que pasó. No puedo revelarles que soy un monstruo.

 No puedo revelarles que soy un monstruo

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Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Where stories live. Discover now