19. El encuentro

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BRUNO


Como es el último día antes de las vacaciones de invierno, nadie presta atención en clase. Aprobé todos los exámenes, excepto el de Matemáticas. Papá se puso loco y no escuchaba razones. No me importa.

Ahora estoy en el patio, sentado debajo de un árbol, escuchando música con los auriculares. Cierro los ojos y disfruto del sol sin prestarle atención a ninguno de mis compañeros mientras hacen planes para estos quince días. Cuando los abro, la veo a ella; está al otro lado del patio. Charla con sus amigas. Por un instante, gira y nos encontramos. Enseguida corre la mirada. Débora no volvió a hablarme desde mi cumpleaños, hace ya tres meses. No puedo sacarme de la cabeza aquel momento en mi cuarto con su mano acariciándome el pelo.

Aparto el recuerdo de mi mente y me dedico a disfrutar del resto del día con mis compañeros.

Una vez que regreso a casa, dejo mis cosas en el cuarto y aprovecho que mis papás están trabajando para transformarme en el jardín y salir a volar. Paseo sobre la zona residencial, bien alto, adivinando cuáles son las casas de mis compañeros. Cada vez me alejo más, hasta que llego a la ruta que surca los campos de trigo, que son acariciados por el viento. Disfruto del sol que golpea en mi espalda, mientras planeo con tranquilidad. Me siento liberado.

Desde acá diviso el aeropuerto de Costa Santa, a unos kilómetros de distancia. También veo una parte del bosque. Paso sobre una estación de servicio. Las personas, que están cargando gasolina o comprando algo para comer en el autoservicio, no me prestan atención.

De pronto, escucho gritos. Miro hacia adelante y encuentro a una criatura gigante de color azul oscuro, con múltiples brazos. Ruge mientras avanza por la ruta sosteniendo a cuatro personas aterrorizadas. Me preparo para luchar. Primero aterrizo en la ruta, en medio de los que huyen, y trato de idear cómo atacar a la criatura.

Miro sus ojos y colmillos, su pelo corto y erizado. Siento escalofríos. ¡Es como una araña bípeda! Por un instante siento la necesidad de escapar, pero no puedo dejar solos a los que atrapó. Necesitan mi ayuda.

La bestia gira hacia mí con el pecho descubierto y chilla, antes de extender unas alas que se manifiestan en su espalda. Ya no pienso más y me lanzo contra ella. Le doy un puñetazo en el rostro y apenas logro moverla. Para contraatacar, escupe un fuego verde que esquivo de suerte. Salto y desenvaino mi espada. La clavo en uno de sus dedos, logrando que suelte a una chica. La atajo antes de que caiga.

—Esa cosa... salió de entre los árboles... —me explica, cuando la dejo en el suelo—. Vino del bosque. —Asegura, antes de salir corriendo del lugar.

Vuelo hacia el monstruo, que suelta a los demás e intenta atraparme mientras le disparo. Esquivo sus garras, pero algo me golpea. ¡Mierda, choqué contra uno de sus brazos! Me aprisiona y me acerca hasta sus ojos, que son como perlas carmesíes. Veo las pinzas en su boca babeante. Prendo fuego la garra con la que me sostiene, pero no se inmuta. ¡Estoy perdido! ¡Me va a comer!

«—¡Agha stengia!» Escucho un coro de voces cantando algo en mi cabeza. El monstruo se sacude. Miro alrededor. «—¡Agha stengia!» El coro se vuelve más fuerte.

«—¡Mackster, Mackster! ¡Ubster zigh! ¡Agha stengia! ¡Agha stengia!»

Una luz escarlata se estrella en medio de los ojos de la bestia y la noquea. La criatura me suelta y caigo segundos después de su cuerpo inmenso, que hace temblar el suelo. La luz escarlata que me salvó aterriza a un lado del monstruo. Su brillo disminuye y llego a ver una forma humana. Intrigado, me acerco rápido y vislumbro a un chico alto, de pelo blanco y vestido con un traje rojo metálico. Trae un hacha que usa para liberar a una mujer atrapada en los dedos del monstruo. Me acerco para ayudarlo y noto sus ojos de un rojo escarlata.

La sangre verde del monstruo chorrea por todos lados, mientras se junta un grupo de personas a nuestro alrededor para observarnos. Algunos sacan fotos. Llega la ambulancia, seguida por el camión de bomberos, para atender a los heridos.

—Eh... disculpen. —Giramos hacia un bombero, que nos mira temblando. Hay otros detrás de él, pero no se animan a acercarse. El primero señala hacia un extremo de la ruta—. Detuvimos el tráfico. Nosotros nos vamos a ocupar de... —Parpadea varias veces y se frota la cara—. Disculpen, pero hasta hoy no creía en lo que decía Flavia Nermal.

Escuchamos un zumbido que proviene de la criatura y giramos asustados hacia ella. Su cuerpo se ilumina y desaparece en medio de los gritos de asombro de la muchedumbre. Sonrío aliviado y volteo hacia el arcano, que ya no está. Miro hacia un lado y hacia el otro, después hacia arriba y lo encuentro volando en medio del cielo. Despego.

¡No puedo perderlo de vista! Avanza mucho más rápido que yo, impulsado por alguna energía. ¡Qué suerte! ¡No depende de unas alas! Cuando me ve, se detiene y me espera flotando en el aire hasta que lo alcanzo y volamos juntos. Recién ahora noto su capa blanca.

—¿Podemos hablar? —pregunto y asiente.

Algunas partes de su traje, como las hombreras y los brazales, también son blancas. En su pechera se mueve una imagen parecida a una nube anaranjada de polvo cósmico.

Una vez que aterrizamos en las afueras del bosque, puedo verlo mejor. El tipo... ¡parece un modelo! Tiene la cara rectangular con una nariz fina, labios grandes y cejas delgadas. Sus ojos son un poco saltones.

—Soy Bruno —me presento y le extiendo la mano.

—Mackster —dice, cuando la toma.

Su armadura se convierte en luz y desaparece. Ahora viste ropa de marca, muy copada.

Sonríe y se acomoda el pelo blanco con la mano. ¿Por qué me muestra su apariencia humana con tanta calma? ¿No tiene miedo de exponer su identidad? ¿Debería confiar en él solo por ser otro arcano? Lo miro, inquieto, y también vuelvo a mi forma normal.


WOW!! Bruno por fin conoció a un NUEVO ARCANO!! ¿Qué onda? ¿Cómo se llevarán? ¿De dónde vienen sus poderes? ¿También vive en Costa Santa?

Todas las respuestas en el próximo capítulo.

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Where stories live. Discover now