20. Un nuevo aliado

969 122 66
                                    

BRUNO


El aroma de las medialunas embadurnadas de almíbar se mezcla con el de la chocolatada caliente; se me hace agua la boca. Esta merienda es un bálsamo que me revive.

Aprovecho y me relajo en el gran sillón de cuero del Café Emperador. Enfrente de mí está sentado Mackster, que mira despreocupado por la ventana. Por momentos, su piel parece hecha de cuarzo rosa. Su pelo y ojos brillan menos que cuando está transformado, pero siguen siendo de color blanco y rojo, respectivamente. ¿Es albino?

Incluso bajo su forma humana, transmite su poder. ¿Por qué el resto no lo nota?

—¿A qué colegio vas? —pregunto.

—Al Instituto Applegate.

—Mi papá trabaja ahí.

—¿En serio? —Sonríe y da unos sorbos de su bebida.

—Se llama Ernesto Clavería.

—Es mi profesor de Educación Cívica —dice, asintiendo—. ¿Vos a qué colegio vas? —Muerde una medialuna.

—Al Instituto San Roque.

Afirma moviendo la cabeza y termina de masticar.

—El Applegate jugó la final de básquet contra ustedes el año pasado. —Me mira.

—Sí, y ganaron. Mis compañeros los odian por eso. A mí no me importa mucho.

Se ríe.

—Yo estuve en el equipo apenas entré al colegio este año, pero me fui enseguida.

—¿Qué pasó?

—El profesor me expulsó por inasistencias, falta de disciplina... —Da otro sorbo al café y baja la mirada—. Ya sabés, lo que empieza a pasar cuando te das cuenta de que tenés poderes.

—Sí.

—En realidad, ya estaba harto del básquet. —Se encoge de hombros—. Jugaba en Capital antes de mudarme.

—Sabés que nos dicen arcanos, ¿no? —susurro.

—Sí. Es increíble todo esto. ¿Cuántas personas con poderes creés que habrá?

—No sé. —Miro alrededor—. ¿No tenés miedo de que nos escuchen?

—No. Las personas ignoran lo que no se ajusta a su visión del mundo. Si nos escuchan, van a pensar que estamos inventando alguna historia.

—Tus poderes son impresionantes. ¿Sabés de dónde vienen?

—Creo que soy un dios o algo así. —Revolea una mano en el aire—. Vos sos una especie de... —entrecierra los ojos— demonio, ¿no?

Doy un sorbo a la chocolatada antes de contestar:

—Qué se yo.

Nos reímos.

—Pensé que había dioses nada más... O aliens. —Se queda mirándome unos segundos—. Esto es genial. —Sonríe—. ¡Al fin tengo alguien con quien hablar!

Sonrío.

—Che, no sé si lo notaste, pero hay algo raro en Costa Santa. —Le cuento sobre los demonios que vi—. No pude averiguar mucho más.

—Es cierto. Hace unas semanas que percibo una energía densa, más que nada durante la madrugada. —Me mira fijo, con ambas manos en la taza de café—. La otra vez salvé a una mujer de una criatura parecida a la de hoy, aunque de tamaño normal. Siento que hay cosas todavía peores dando vueltas por ahí...

—Necesitamos aliados. Tenemos que encontrar al Fantasma —afirmo.

—¿El tipo con la piel a rayas, como con tribales? —Se señala los brazos y asiento—. ¿Sabés algo del Tigre Gris de Buenos Aires?

—No.

—¿Y de la Dama Plateada?

—Tampoco...

Nos reímos de nuevo, mientras me cuenta sobre las leyendas urbanas de Costa Santa, así como de otras ciudades de Argentina y del mundo.

***

Ya hay estrellas en el cielo cuando llego a casa. No puedo creer haber conocido a otro arcano de mi edad. Sonrío hasta entrar en la cocina y encontrar a mis viejos parados con expresión seria. Me clavan la mirada.

—¿Dónde estabas? —pregunta mamá, apoyada contra la mesada y de brazos cruzados. Papá se sienta a la mesa y me observa.

No puedo contarles que salvé gente de una araña infernal y que, de paso, conocí a Mackster.

—Salí a dar una vuelta.

—Decí la verdad. —Papá alza la voz y me clava la mirada.

Me quedo en silencio. Los latidos de mi corazón parecen estallar en mi garganta. ¿Qué tanto saben? ¿Acaso se enteraron de que soy un arcano?

—Nos llamaron de la escuela para citarnos. ¿Sabés por qué?

Me encojo de hombros.

—Dijeron que te escapaste de algunas clases —acusa mamá.

—¡Sos un irresponsable! —Mi viejo se saca de quicio—. ¡Qué decepción!

Suspiro, aliviado. Prefiero que me reten por esto a tener que revelarles la verdad.

—Hace bastante que estás raro. Pasás el día afuera de casa...

—Eso no es tan así, mamá.

—Ahora entiendo por qué te fue mal en Matemáticas... —me reprocha papá.

—Perdón, es que... eh...

—¿Qué? —grita—. ¿Qué es tan importante como para que te escapes del colegio?

No puedo responder. No voy a decirle la verdad. Si él y mamá se enteran de me transformo en un monstruo, enloquecerían. Estoy seguro de eso.

Cierro las manos, los puños me tiemblan. ¡Es injusto! Un remolino sube desde mis entrañas hasta mi garganta, que se cierra, y mis ojos se llenan de lágrimas. ¡No voy a llorar!

—¡Déjenme en paz! —grito.

Subo las escaleras y me encierro en el cuarto, dando un portazo. Me tiro en la cama y le doy un golpe a la almohada. No tiene sentido hablar con ellos. Nunca lo entenderían.


¡¡Qué pesados los padres de Bruno!! ¿En qué andará Débora? XD

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora