8. Chismes. Parte 2

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Bruno


Todavía no puedo creer que sea real. ¿Por qué nadie habla en serio del tema? Es imposible que sea el único, ¿no? Flavia Nermal escribe sobre los arcanos, esas personas con poderes y recuerdos de otras vidas en otros mundos, pero ¿por qué lo hace de forma tan ridícula? Si algo así fuera real, debería haber una fuente más seria. Todo parece sacado de una película de ciencia ficción.

Muchas veces quise ser como los demás y olvidarme de todo. Imaginaba que un día iba a despertar y darme cuenta de que todo había sido un sueño. ¿En qué mundo vivo? Todo lo que me enseñaron es una mentira...

Sé que existen otros, aunque no estoy seguro de si serán como dice Nermal. La información que circula por Internet es un poco diferente y da miedo. Cierro los ojos y sacudo la cabeza frente al espejo. No puedo pensar en eso ahora, tengo que calmarme.

Es sábado a la noche, y termino de arreglarme para ir al cumpleaños de Simón. Agarro las llaves y algo de plata.

Cuando bajo las escaleras, mamá pregunta:

—¿Te quedás a cenar?

—No.

—A ver cuándo comemos en familia —dice papá.

Lo miro y no le contesto. Estoy por salir.

—¿Vas caminando? —pregunta mamá.

—Sí. Paso a buscar a Javier.

—¿Querés que te llevemos?

—No.

—No es hora para andar por la calle, Bruno —sermonea papá.

—Todos van caminando. No pasa nada.

Antes de que puedan responder, salgo rápido de casa dando un portazo. No entiendo porqué son tan insoportables y controladores. Tampoco porqué reaccioné de forma tan exagerada. Largo un bufido mientas camino y espero a que se disuelva la furia.

Mis viejos no entienden nunca nada. No soy como otros chicos indefensos, puedo andar solo de noche sin preocuparme.

Llego enseguida a lo de Javier y toco el timbre. Se asoma.

—¿Estás listo?

Me hace una seña y entra durante un segundo.

—¡Llegó Bruno! —grita—. ¡Me voy!

Dale y emprendemos la marcha hacia lo de Simón.

—¿Y el regalo?

—Al final lo lleva Juan —me cuenta, y asiento.

Piso las hojas secas con fuerza, encantado por el ruido que hacen. Me adelanto a Javier, así evito seguir hablándole. Me mira intrigado. De pronto, se detiene.

—Todavía estás enojado porque ayer no fui a tu casa.

Me encojo de hombros. En realidad, no estoy enojado por eso, pero necesito descargarme con alguien.

—Ya te pedí disculpas. ¿Qué más querés?

De alguna forma, lo que dice me alivia.

—Estoy de mal humor, nada más.

Me da un pequeño golpe en el hombro.

—Olvidate de eso. Vamos a una fiesta.

Ya en casa de Simón, no encuentro a Débora. ¿Llegará más tarde? Escucho que abren la puerta; entra Anabella. Todo lo que se puso es para llamar la atención: minifalda bien corta, remera que muestra el ombligo, tacos altísimos.

Desvío la mirada. Me da bronca que se haga la estrella después de lo que pasó. Pienso en Débora, ¿vendrá? Voy a donde está Diana, una de sus amigas.

Es una chica de piel morena, muy hermosa. Sus ojos almendrados miran hacia un rincón del piso, mientras se acaricia el pelo negro que le llega hasta la cintura.

—¿Y Débora?

—No quiso venir.

Siento que el estómago se me achica. No importa.

—¿Fue por la pelea con Anabella? ¿Sigue suspendida o los padres la castigaron?

—Nahhhh. Dijo que se sentía mal —agrega, mirando por la ventana.

—¡Pfff! Hace rato que está con esa excusa —asegura una voz detrás de mí.

Es Mariza. Ni siquiera la altura la ayuda a sobresalir en el grupo. Aunque es una morocha que resalta con su mirada de un verde brillante y su piel trigueña, siempre se esfuerza por arreglarse mejor que Débora. Muchas veces se hizo algún reflejo dorado. Quizás algún día entienda que es linda y deje de mostrarse tan fría.

—¿Qué pasó? —pregunta Simón desde uno de los sillones.

Después de la pelea, la popularidad de Débora subió aún más, si eso es posible. Diana parece incomodarse, pero Mariza, de brazos cruzados, camina hasta el centro del living.

—No sabemos. —Se encoge de hombros y levanta las cejas—. No quiere salir, está todo el día en la casa. Se cuelga mirando la nada, ni siquiera nos escucha.

—¡Mariza! ¿Qué hacés? —pregunta Laura, entrando de golpe.

Se acomoda el pelo. A pesar de ser menudita, la enfrenta.

—¿Acaso las chicas perfectas tienen algo que esconder? —interrumpe Anabella, y las señala haciendo trompita con sus labios rojos.

—¿Cuál es tu problema? —Laura la mira, furiosa—. ¿No estás contenta con todo el lío que ya armaste?

—Los días de suspensión me vinieron geniales —le dice, riéndose, mientras le da la espalda—. Me la pasé escuchando música y viendo películas, mientras tu mejor amiga seguro estuvo mirando la pared y escribiendo poesía. ¿Sabés qué? —Gira hacia ella y toma algo de cerveza—. Ya todos nos enteramos de su estúpida depresión y nos cagamos de risa.

Las amigas de Anabella festejan y cierro las manos, furioso. Están insoportables con Débora; la tienen de punto. No entiendo por qué compiten así. El odio me sube por el cuerpo, no sé qué hacer. Javier me codea.

—Callate, Anabella. —Me levanto—. Y vos también —le digo a Mariza—. ¿Lo único que saben hacer es criticar? ¿Por qué no se lo dicen en la cara?

—No podés ser tan... —Anabella se interrumpe y se produce un gran silencio.

Giro y veo a Débora, que acaba de entrar al living.

El pelo mojado le cae a los costados de la cara. Se lo acomoda y noto que tiene puesta una pulsera con tachas. Clava los ojos verdes y delineados en Anabella; la mira de arriba abajo con asco. Después se da vuelta y parece escanearnos a todos.

—Hola, Débora. —Mariza se acerca y la abraza.

Diana y Laura se paralizan durante unos instantes, luego se cruzan de brazos y murmuran. Débora recibe el abrazo, reticente, y saluda a sus amigas. Anabella gira hacia mí, frunce la nariz y deja la bebida en la mesa. Entonces, se va a cuchichear con su grupo mientras la fiesta sigue.

—Estuviste genial —me dice Javi—. ¿Viste la cara de Anabella cuando llegó Débora? Seguro tenía miedo de ligarse otra paliza. —Nos reímos—. ¿Creés que la escuchó?

—No sé. Como sea, está por enterarse.

Lejos de nosotros, la rubia habla con Diana y Laura. Abre la boca, entrecierra los ojos. Parece estar sorprendida. Después se cruza de brazos y mira a Anabella y a Mariza como si planeara algo. 

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin