28. Dushka fragmentada

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Bruno

La fuerza escalofriante que nos cubría se disipa y una mujer surge de entre los árboles siniestros que se hallan delante de nosotros, cubierta por un halo fantasmal. Durante un instante, a pesar de que estamos en peligro, mi respiración se tranquiliza. ¿Por qué?

Su piel es blanca como la luna. Al ver los ojos inyectados en sangre y las cicatrices rojas en su cuerpo, se me encogen las vísceras.

—No... —Mackster empieza a temblar.

Estoy paralizado, no sé qué hacer. La mujer emite un poder que absorbe parte de nuestra energía para luego devolverla; cree encontrar algo que necesita, pero enseguida lo descarta. Recuerdo lo que me contó Mackster y entiendo lo que sucede; su alma está buscando siempre el fragmento que le falta.

Tiene una belleza que me resulta familiar, aunque está sepultada en esa vibra funesta. Trato de hacer contacto visual con ella para decirle que se calme, que no venimos a pelear. Es inútil: no me registra. Toda la atención y el desprecio de su mirada están dirigidos a Mackster.

—Fuera —le dice con una voz gastada—. Nunca serás bienvenido aquí.

Desenvaina un filo plateado y sus alas de murciélago se extienden, fibrosas, mientras su vestido flota como el de un espectro.

—Necesitamos atravesar el bosque. Nada más. No luches contra nosotros, Dushka —le pide mi amigo—. Somos dos y vos estás sola. Por favor...

—¿Sabes cuántas dimensiones y mundos atravesé buscándola? —Se acerca a nosotros con los puños temblando. Mis músculos se tensan—. ¿A cuántos guardianes enfrenté? ¿Los pactos y humillaciones que soporté hasta conseguir alguna pista certera sobre su ubicación? —Ahoga un sollozo—. Y todavía no la encontré...

Acelera la marcha y me pongo en guardia. Mackster la amenaza con su hacha, mis palmas se encienden. Dushka frena. Nos mira y aprieta la mandíbula.

—Pasó mucho tiempo. Ya no soy el mismo. —Mackster habla con una voz suave, llevándose una mano al pecho—. Ni siquiera sé si sigo siendo un dios.

—¡Eso no importa! —asegura ella.

—No, pero yo no soy responsable de tu desgracia. —El aura de mi compañero se manifiesta y brilla por unos instantes, disipando la oscuridad—. Arreglá las cosas con Ubster. Yo solo fui su hijo en este mundo al que ya no pertenezco del todo. Descargarte conmigo es inútil.

La diosa se agacha y llora.

—¡FUERA! —Esconde el rostro—. ¡Antes de que me arrepienta!

Pasamos rápido a su lado, queremos dejar las tinieblas y su pena atrás. Sin embargo, siento que me llevo algo de ella en mi corazón.

Luego de caminar un rato, durante el cual miro hacia atrás un par de veces, todavía preocupado por Dushka, la vegetación cambia y nos abandonan las sombras. Atravesamos unas ramas de follaje verde brillante, para llegar a un claro en el que nos ilumina un sol de fuego plateado en un cielo rojizo.

Delante de nosotros, hay un camino que nos lleva hacia un templo de un blanco cristalino. Lo seguimos, bordeados por flores que despiden luces de colores. Predomina un aroma dulce, mezcla de las distintas plantas, pero se huele algo más, casi imperceptible; es olor a carbón quemado.

Subimos las escaleras hasta la entrada desierta y avanzamos entre pilares rectangulares de cristal pulido, flanqueados por grandes ventanales en forma de arcada que dejan entrar la luz. Desde acá el cielo se ve rosado. Por un instante pienso que es el atardecer, pero después me doy cuenta de que el sol está sobre nosotros. ¿Es mediodía? ¿Cómo funciona este lugar? Me cuesta adaptarme después de haber salido de aquel bosque frío, de noche eterna.

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora