25. Amnesia

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Diario de Débora


Ni espectros ni humanas.

¿Se separarán en el cielo astral?

El polvo de la tierra con celos las aferra

pero van a escuchar...


22 de julio

Casi ni pienso en mis hermanas mayores. Hace rato que no viven en casa y disfruto mucho eso. Me llevan casi diez años. Cuando era chica, siempre me decían cómo tenía que hacer todo y se reían cuando las cosas no me salían como ellas querían. Además, mis viejos siempre estaban comparándome con ellas.

Miro una foto: Antonela tiene los ojos verdes y lleva el pelo rubio trenzado. Clementina se está enredando un mechón castaño entre los dedos y entrecierra los ojos grises. Yo estoy en el medio de ambas, con doce años. Visto una campera rosa flúor medio ridícula y mi pelo está sujeto por una vincha. Sonreímos, pero me acuerdo de que estaba furiosa porque Antonela no quería prestarme sus zapatos para un cumpleaños. Las extraño...

¿Qué harían si supieran de mis poderes y mi transformación?

Hace unos años, íbamos juntas a comprar ropa y después, en casa, poníamos música y desfilábamos. Soñábamos con ser cantantes o diseñadoras famosas, aunque siempre me sentí distinta. Recuerdo las horas que pasaba sola, dibujando y mirando el cielo desde la ventana de mi cuarto. Escondía mis obras porque, si las veían, se burlaban; decían que eran tenebrosas.

Cuando estaban por irse de casa era el momento en el que peor nos llevábamos. No dejaba que me retaran o me dieran órdenes. Desde que viven juntas en Capital, está todo mucho mejor. Nos visitan cada tanto los fines de semana.

Muchas veces pensé en qué pasaría si cambiara delante de ellas, si les mostrara mi forma arcana, pero enseguida imagino que se horrorizarían. No podrían entenderlo. Serían las primeras en decirme que soy un monstruo.

***

Termino de escribir en el diario y siento los aromas mezclados de las plantas del jardín y el rocío, traídos por una brisa fresca que se cuela por la ventana; es como si la noche me llamara. Aprovecho que mis viejos están durmiendo para salir; me transformo, trepo al alféizar y despego de un salto. Aleteo, me impulso cada vez más hacia lo alto hasta que me pierdo entre las nubes. Observo el vecindario debajo; desde acá parece una maqueta con casas y autos de juguete, que se terminan para dar lugar al bosque.

Luego de unos instantes, cuando estoy lo suficientemente lejos de la zona residencial, desciendo a toda velocidad hacia los árboles. El viento helado pasa rozando a los costados de mi cara, entre mi cuerpo y mis alas. La adrenalina me inunda; mi corazón parece a punto de estallar al acercarme cada vez más al suelo del bosque. Me siento invencible.

Casi rasándolo, giro y remonto el vuelo. Me recorre una electricidad y el impulso me lleva de nuevo hacia el cielo y las nubes. Entro a una paz helada, blanca y vaporosa. Un mundo donde soy otra y del que salgo observada por la luna.

***

Camino por el centro, es de noche. No estoy transformada. De pronto, me paro en seco al notar que ya no estoy transformada. ¿Cómo llegué hasta acá? Me veo en la vidriera de un local cerrado: mi pelo está prolijo y peinado. Mis ojos, enrojecidos. Relajo la mirada antes de chequear mi ropa. Ni un rasguño.

Recuerdo que estaba escribiendo en mi diario y que después salí a volar y practiqué acrobacias, como suelo hacer cuando entreno para mejorar en el uso de mis poderes. Sin embargo, luego de eso hay un blanco en mi mente... ¿Qué pasó? ¿Por qué no puedo acordarme?

Suspiro, negando con la cabeza, y vuelvo a casa a paso rápido.

Miro al cielo, buscando desacelerar los latidos de mi corazón, pero las nubes no tienen la respuesta.

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu