23. Mentiras grises

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Es el reinado de la noche; el viento frío golpea y, sin columnas de aire caliente, se me dificulta volar. Cansado y con la respiración agitada, me dirijo hacia un terreno con pinos altos y frondosos, que queda a pocas cuadras de casa. Está ubicado entre un par de edificios, detrás de un depósito abandonado. Lo vi desde el cielo hace unos días y, después de revisarlo, decidí que es un escondite perfecto para transformarme. Fue una suerte encontrarlo. Ahora, protegido entre las ramas, aprovecho y dejo que el fuego me recorra con libertad para volver a ser Bruno.

Empiezo a caminar a casa y las imágenes de lo sucedido este último tiempo vienen de nuevo a mi cabeza: el demonio me toma del brazo; la espiral azulada con cuernos brilla en su muñeca. Nos empapa una luz roja, que es un portal; siento gritos, peste y el calor de las llamas.

La imagen se transforma en una esfera violeta, en la que surge aquella criatura con cuernos y ojos de fuego blanco. Gira hacia mí, abriendo sus fauces esqueléticas. ¡Basta!

Abro los ojos. Estoy parado a unos metros de mi casa, con las manos en la cabeza. Me doy cuenta de que esa entidad que nos observaba desde la esfera iba a llevarse a Mackster, como aquella vez quería hacer el demonio conmigo. La idea me inquieta y solo puedo despejarme al respirar por unos instantes el aire fresco de la noche. Antes de entrar a casa, comprendo que lo que vivimos en el bosque tiene elementos en común con lo que dicen que pasa antes y después de los avistamientos de ovnis: la aparición de orbes misteriosos, en este caso el que nos atacó; la presencia de pasto y árboles quemados en el lugar...

También pienso en las similitudes entre la criatura que vi en la esfera y los demonios que enfrenté: ambos tienen cuernos y, por momentos, fuego en la mirada, al igual que yo. ¿Será como dice Mackster? ¿Nos enfrentamos a seres de otras dimensiones que están relacionados de alguna manera? Quizás son razas distintas, vinculadas por un ancestro en común.

—Bruno, ¿dónde estuviste todo el día?

Mi viejo me devuelve a la realidad apenas cruzo la puerta.

—En el centro.

Doy un portazo.

—¿Por qué llegaste tan tarde? —Se acomoda los lentes—. La próxima vez, avisanos. ¡La calle es peligrosa de noche!

Por un instante me siento culpable, pero después enfurezco. Se preocupación es inútil; ¡si soy un arcano y tengo superpoderes! No va a pasarme nada... Claro que él no sabe eso y no soy capaz de decírselo... Estoy harto de mentir siempre.

—Llamamos a la casa de Javier y no estabas. Nos asustamos —dice mamá, que justo baja de las escaleras. Camino hacia la cocina y me siguen.

Pienso en Mackster. Tienen que saber que ando con él, pero no puedo decirles que lo conocí luchando contra un engendro infernal.

—Disculpen. Me vi con un nuevo amigo, que conocí hace unos días. Es Mackster, el hijo de la dueña de Magda Wear, y me quedé hablando con él hasta tarde.

—Ah, mirá vos. —Papá entrecierra los ojos—.

—Sí, por eso empezamos a hablar.

—¿Dónde se cruzaron?

—En... la librería del centro. Entró a comprar algo y me preguntó si era tu hijo. Me explicó que ya me había visto con vos en la calle.

—Qué raro, no recuerdo habérmelo encontrado fuera de la escuela. —Mi viejo arruga la frente—. Creía que no salía mucho de su casa. Es un chico responsable y bastante extrovertido, aunque últimamente anda algo retraído.

—Seguro nos vio alguna vez de lejos —le digo, y me voy rápido a mi cuarto antes de que siga haciéndome preguntas.

Respiro aliviado. ¿No se me pudo ocurrir algo mejor?

Me arrojo con fuerza a la cama. Tendría que estudiar para el recuperatorio de Matemáticas, pero estoy con muchas cosas en la cabeza. Recién comienzan las vacaciones de invierno y quiero seguir conociendo a Mackster.

***

Al otro día, durante el almuerzo, mis viejos me acribillan a preguntas sobre Mackster.

—Qué bueno que tengas un nuevo amigo, Bruno. ¿Cómo se llevan? —Mamá me sirve otra porción de ravioles de verdura, una comida que detesto.

—Bien —contesto, seco.

—¿Y cómo es?

Me encojo de hombros.

—Le gustan mucho la arqueología y los deportes.

—Pensar que su mamá es esa diseñadora millonaria... debe tener una vida interesante —comenta.

—Sí... No lo conozco mucho todavía.

—Pobre chico, escuché que el padre lo abandonó poco después de nacer. —Mamá se lleva una mano al pecho—. Es probable que la madre se haya esforzado por triunfar para suplir esa falta. Podrá comprarle lo que quiera, pero, lamentablemente, hay cosas que no se pueden reemplazar. También me dijeron que el padre de Mackster quiso volver cuando él tenía cuatro o cinco años y que Magdalena, ya rica, le pagó una fortuna para que se alejara. Sería algo terrible si fuera cierto.

Sus comentarios me molestan.

—¡Qué sé yo, ma! No creo que me cuente algo así. Además, ¿por qué te importan esas cosas?

Odio que se guíe por chusmeríos y hable sin conocerlos.

—¡Bueno, yo solo te contaba lo que escuché! —Se sienta y empieza a comer, mirándome de costado.

—A mí me parece un buen chico. Es un excelente alumno, muy educado —comenta papá—. Aunque lo expulsaron del equipo de básquet poco después de haber entrado.

Mamá le arroja una mirada preocupada a mi viejo. Es mejor que la tranquilice ahora, antes de que ponga más paranoica.

—Tal vez se cansó y renunció —comento—. Lo voy a invitar a casa para que lo conozcan, ¿les parece?

—¡Me encantaría, Bruno! —mamá sonríe—. Puedo preparar algo rico, casero. Qué bueno que traigas amigos a casa. No podés juntarte solo con Javier. Tenés que ampliar tu círculo social. Siempre es bueno conocer gente nueva.

Bueno, ahora pasó al otro extremo. Juro que a veces no la entiendo; con mi viejo me pasa lo mismo. Como sea, necesito que Mackster les caiga bien. Es el primer arcano que conozco, mi único aliado para investigar la cara oculta de Costa Santa.

Me encantaría decirles la verdad y que me ayudaran en esto, pero no es una opción. Los escuché hablar mal de Flavia Nermal tantas veces... No creen para nada en ella y las veces que vieron fotos de los arcanos en las revistas paranormales del kiosco, dijeron una palabra horrible: "monstruos".

Eso es lo que van a pensar de mí si alguna vez saben la verdad. Por eso, tengo que impedirlo a toda costa.

Si me vieran transformado por accidente, no sé qué serían capaces de hacer. ¿Llamarían a la policía? En ese caso; ¿qué harían las fuerzas de seguridad conmigo?

Leí en Internet que existen sociedades secretas que raptan a los arcanos y experimentan con ellos. ¿Serían mis padres capaces de entregarme a una de ellas para que me encierren en algún lado? Me quedo en silencio durante el resto de la cena, sin poder evitar esos pensamientos oscuros que circulan una y otra vez por mi cabeza.

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Where stories live. Discover now