26. Abducción. Parte 1

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La semana se pasa muy lento hasta que por fin llega el sábado a la noche. Me emociona juntarme de nuevo con Mackster. Vamos a salir a un bar, claro que en horario de matiné porque somos menores, y además aprovechar para investigar un poco esta ciudad. Quizás no nos cruzamos a ningún monstruo o suceso sobrenatural, pero no pierdo las esperanzas. Mackster, en cambio, sonaba más interesado en pasar un buen rato.

Termino de arreglarme frente al espejo, proceso que lleva menos de dos minutos porque me aburren esas cosas; solo me pongo gel y me acomodo más o menos el pelo con los dedos, como para que quede decente.

Bajo rápido hacia la puerta de casa.

—Bruno, cuidate mucho —dice Mamá, levantándose del sillón al verme. Papá ya se acostó a ver la tele—. ¿Adónde van?

—Ya te dije, a ese bar, Enoc. Te anoté la dirección en un papel que dejé en la heladera.

—Cierto. Está bien... —Me mira preocupada y suspiro, listo para abrir la puerta—. No confíes en ese chico —suelta de pronto.

—¿Por? —frunzo el ceño.

—Es raro.

—¿Raro? —Frunzo el entrecejo—. ¿Raro cómo?

—No sé. No sé cómo, pero es raro.

La observo en silencio. ¿Por qué me dice esto? ¿Acaso percibe que Mackster es un arcano? ¿Sospechará de mí también? Y en ese caso, ¿por qué no me lo pregunta directamente? Quizás es porque no quiere saberlo; porque piensa que soy un monstruo.

—Explicate mejor, mamá —insisto.

Justo tocan el timbre. Mamá mira por una ventana hacia el frente de la casa, después se vuelve hacia mí, inquieta.

—Es Mackster. Me tengo que ir. —Doy por terminada la charla y salgo rápido para irme con mi amigo.

Cierro la puerta de casa con firmeza, sintiendo que una parte de mí se queda ahí a esperar la respuesta de mi vieja.

Saludo a Mackster y emprendemos la marcha hacia el bar. Él enciende un cigarrillo, da unas pitadas y me lo ofrece. Niego con la cabeza.

—Tendrías que dejarlo. Es veneno para tus células, ¿sabías?

Lanza una pequeña carcajada.

—Está bien, voy a pensarlo mientras termino este. —Se acomoda un mechón y me mira de costado. No creo que esté tomando mi sugerencia en serio—. ¿Cómo dijiste que se llamaba el lugar al que vamos?

—Enoc.

Una vez que llegamos a la calle de los bares, mi amigo entrecierra los ojos y mira de un lado a otro, buscando entre los carteles.

—Faltan unas cuadras —le digo—. Está un poco alejado. —Luego de varios minutos en los que los sonidos de los otros bares se van apagando, vislumbro el lugar—. Ahí —señalo.

En cuanto no aproximamos, sonrío al ver de nuevo la fachada del lugar, que parece salido de una novela de fantasía medieval: las paredes de piedra tienen ventanas redondas y réplicas de faroles antiguos, con bombillas que simulan ser velas. Es tan mágico; me encanta.

Entramos en medio de una canción de Blackmore's Night. No hay mucha gente; solo un par de tipos que juegan al billar. Quizás es porque venimos en el horario permitido para menores de edad; seguro que después de las doce se llena. Igual, en la mayoría de los bares te dejan quedarte aunque no seas mayor de dieciocho, incluso hasta te venden alcohol. Claro que no es legal, pero los de los bares quieren vender y los adolescentes tomar, así que ambos se hacen los tontos.

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin