30. La Templanza. Parte 2

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Bruno

Viajo por un túnel hecho de luces de colores intermitentes que se termina de pronto, arrojándome sobre una alfombra de pasto. Siento ese perfume dulce, con dejos de aroma a carbón, que reconozco enseguida: estoy en el Ghonteom, la dimensión de los dioses de Agha.

Me incorporo y noto que estoy en el claro con flores que lleva al templo cristalino de los aliados de Mackster. La construcción brilla bajo el cielo rosado, frente a nosotros, aguardándonos. Giro y encuentro a mi amigo, que acaba de levantarse a mi lado.

Mackster me señala la escalera del templo con la cabeza y suspira; no se anima a avanzar.

—Veamos lo que quieren. —Lo palmeo en el hombro y emprendemos juntos la marcha.

Subimos hasta la plataforma y nos transformamos. Las baldosas claras reflejan las nubes del firmamento, también un dragón que vuela a lo lejos. Esta vez, los dioses aparecen en silencio y sin luces llamativas: Ubster, Yada, Apafaste, Ocghot y Vlagh.

—¿Por qué trajiste al engendro? —Ubster me mira de costado. Siempre tan cortés.

—Ustedes no pidieron mi autorización para traerme al Ghonteom, así que puedo venir con quien quiero. —Mackster tuerce la cabeza y sonríe con las manos abiertas—. Y ya te dije que se llama Bruno. —Camina rápido hacia el dios—. ¡No tenés derecho a intervenir así!

—Soy tu padre...

—¡No en la Tierra!

—Mackster, hay algo que debes...

—¡Quiero una vida normal! —lo interrumpe, alejándose con los brazos extendidos—. ¡Estar fuera de esta guerra y todos sus conflictos!

—¡Suficiente! —Ubster se incorpora y emite una luz que nos encandila.

Quedamos en silencio. Giro hacia un costado y encuentro a Ocghot, que nos observa con sus ojos fríos. Está de brazos cruzados y hace oscilar los tentáculos que surgen de la base de su cabeza. Algunos se mueven por su pecho y su espalda.

Otro dios se acerca hacia nosotros: Apafaste, el que tiene pelo de fuego.

—Mackster, atiende a tus deberes como encarnado de Agha —le dice.

—Escúchanos, por favor —le pide Yada, la diosa insecto.

—¡No me interesa! —Los ojos de mi amigo largan chispas.

Me mira. No estará pensando en...

—Recupera la calma. Tienes una misión que cumplir—insiste Vlagh.

Estamos rodeados. Mackster mira hacia todos los lados, también hacia arriba, y retrocede temblando. Quiero tomarlo del brazo para tranquilizarlo, pero no llego a tiempo. ¡Dispara y me cubro! El rayo impacta en el pecho del dios del fuego, que se aleja unos pasos. Menos mal que me tapé, porque algunos destellos de su ataque rebotaron en mis brazales.

—¡Dejen de interferir con mi vida! —grita, y se queda observando alrededor. Se lleva las manos a la cabeza—. Hay algo extraño... Recuerdo a más dioses de Agha. ¿Dónde están?

—Siguieron tu camino —explica Ubster.

Mackster lo mira con el ceño fruncido.

—¡¿Qué?!

—Encarnaron para ocultarse, como tú, pero Dashnir está cerca de hallarlos. —Ubster extiende su mano hacia nosotros y surge un resplandor que aumenta su intensidad hasta cubrir todo el lugar.

De pronto, en medio de un vacío blanco, veo una figura encapuchada, de túnica verde oscura, que solo muestra unos ojos color esmeralda. Se pone de espaldas y se quita la capucha para acomodarse el pelo, también verde, y dejarlo caer en una larga trenza.

La imagen se desvanece y surge otra: un hombre barbudo y grandote, de pelo y ojos celestes, que camina hacia un pilar blanco con una esfera de cristal empotrada. Viste ropas enterizas azuladas con hombreras, brazales y grebas turquesas. Se detiene y apoya las manos en la esfera. Ambos empiezan a brillar, cada vez con más fuerza, mientras intercambian energía.

Todo desaparece en cuanto parpadeo; vuelvo a estar en el templo de los dioses. A mi lado, Mackster se refriega los ojos.

—Encuéntralos antes que Dashnir —le dice Apafaste.

—Sálvalos de su maldad —le exigen Ocghot y Yada, al unísono.

—Ayúdalos a desarrollar sus poderes —le pide Vlagh.

—Hazles conocer nuestro legado. Ese es tu cometido. —La luz de Ubster vuelve a crecer y estoy listo para que nos transporte de regreso.

—¡No! —Mi amigo se estremece.

—¡Mackster, calmate! —Lo tomo de los hombros.

Se suelta con un movimiento brusco y corre hacia los dioses, disparándoles. Los rayos blancos y rojos salen sin control de sus manos y ojos, impactando en los pilares del templo. Algunos de sus ataques me golpean.

—¡Mackster! ¡Cuidad...!

Todo se vuelve blanco y los gritos ahogados de Mackster se pierden.

***

Estamos de vuelta en el bar, en la misma posición que antes de viajar. Echamos un vistazo al lugar, nerviosos. Luego, nos miramos para constatar que no estamos transformados. Recién ahí noto que su mano sigue sobre la mía. Me suelta enseguida. Luego nos quedamos en silencio unos instantes, hasta que Mackster vuelve a mirarme, apenado, y señala donde me dieron sus rayos.

—¿Estás bien? Perdoname, perdí el control.

Levanto la manga de la remera. No estoy lastimado. Aunque me duele un poco, no pienso decírselo.

—No te preocupes.

Sonrío y deja caer los hombros con un suspiro. Después, hunde sus ojos en la pinta de cerveza.

—Nadie se dio cuenta —comento, mirando alrededor—. Es como si no hubiera pasado el tiempo mientras estábamos allá.

—Sí. La primera vez que me llevaron fue igual. En cambio, cuando nos capturó Dashnir fue distinto. —Entrecierra los ojos—. Pasó el tiempo, pero más lento.

—¿Quiénes son los dioses que nos mostraron?

—La verde es Ghabia. El azul, Abventerios. —Hace una mueca. No parece tener ganas de hablarme sobre ellos ahora, así que dejo de hacerle preguntas.

Doy unos tragos de cerveza mientras pienso que, así como mi viejo me persigue acá, el de Mackster lo hace con él desde otra dimensión. Y es un dios. Qué jodido... Este pibe no la tiene tan fácil como me imaginaba.

—Gracias. —Mi amigo rompe el silencio de pronto, con una sonrisa.

—¿Por qué?

—Por estar ahí. Por acompañarme, igual que la otra vez.

—No te preocupes. Si alguna vez me raptan los demonios, te llevo conmigo. —Le guiño un ojo.

—Dale. —Alza su vaso y brindamos.

Nos reímos, pero él tiene los ojos húmedos. Esa expresión no se va de su rostro en lo que queda de la noche.

No sé qué pasará de ahora en más con su misión y con los dioses de Agha, tampoco sé qué vamos a hacer con los demonios que acechan Costa Santa. Lo importante es que estamos juntos para ayudarnos cuando llegue el momento de descifrar esos problemas.

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Where stories live. Discover now