33. Abracadabra. Parte 3

715 102 46
                                    

Bruno

Mackster y yo nos defendemos de forma instintiva y por un mometo lo único que veo es fuego, humo verde y rayos. Escucho explosiones y rugidos, sin poder distinguir a nuestros atacantes.

Mi amigo y yo arremetemos con más poder y los enemigos se alejan para reagruparse, justo cuando el vapor que los ocultaba se disipa. Por fin tenemos una imagen clara de ellos, que vuelan en círculos a unos metros de nosotros. Antes de que se lancen de nuevo en nuestra contra, logro distinguirlos: son una suerte de perros cabezones con cuernos y alas. Cuento seis, son de color verde o gris.

Vienen hacia nosotros de nuevo con las fauces abiertas y nos escupen llamaradas, que esquivamos rápido. Reacciono enseguida y corto la cabeza a una de las bestias. Mackster elimina a otras dos. Grito, adolorido, cuando un monstruo me rasguña y le respondo con un golpe reflejo que llega a darle en la mandíbula. Su ataque logra afectarme y me produce un ardor intenso que se extiende hasta una de mis alas. Me cuesta aletear bien... Caigo.

Mi cuerpo es amortiguado por algunas ramas, aunque igual siento el impacto del suelo arenoso. ¡Me quedo sin aire! Tardo unos segundos en recuperarme. Toso; el dolor por la caída llega hasta mis hombros y mi cuello, y me quedo doblado por unos instantes en el suelo.

Cuando me recupero, me incorporo y trato de descifrar en qué parte del bosque estoy. Me rodean muchísimos árboles... Debe ser lo profundo. Se ve que nos desplazamos bastante por el cielo al pelear con las criaturas, porque la casa de Gaspar quedaba en el inicio del bosque. De repente, escucho una respiración pesada. ¡Es el monstruo que me rasguñó! Encuentro sus ojos entre la vegetación. Me siguió hasta acá... Me pongo en guardia, esperando su acometida.

Da un salto hacia mí, con las fauces abiertas, y de manera automática le arrojo mi espada con una precisión increíble: ¡se le clava en medio de la cabeza! ¿Cómo hice eso? El monstruo cae al suelo, inerte.

Voy a sacer mi arma del cadáver, cuando escucho a otro que ruge desde lo alto, acercándose. El engendro viene en picada hacia mí, pero es cortado a la mitad por un rayo blanco.

Mackster aterriza a mi lado, sosteniendo su hacha, que tiene sangre verde en el filo.

—¿Estás bien?

—Sí —respondo—. Tenías razón. No deberíamos haber confiado en ellos. Gaspar, él... estaba vinculado a otra cosa. Un demonio muy oscuro. Lo vi cuando le di la mano.

—¿Estás seguro? —Se rasca la cabeza—. Yo...

Escuchamos nuevos rugidos y aleteos. Más de esas criaturas, que describen círculos en el aire con la mirada fija en nosotros. Las venas grotescas sobresalen de sus cuellos y los huesos se les marcan en las alas de piel húmeda y pegajosa. ¡Se preparan para descender!

¡Evanesco! —escuchamos, y los monstruos explotan.

Giramos para encontrar a un hombre de pelo oscuro entrecano, vestido con un saco negro y una camisa de color violeta. Está abrigado con un saco de cuero y lleva un libro grande debajo del brazo. Es una especie de hechicero, puedo sentirlo.

—¿Quiénes son? —pregunta. Sus ojos verdes pasan de mi compañero a mí con rapidez—. ¿Qué hacen acá?

—Fuimos atacados —le explico, agitado—. Unos... arcanos... dijeron que iban a ayudarnos, pero...

—Hicieron aparecer a esos monstruos —completa Mackster.

El hombre nos mira de brazos cruzados y se acaricia la barba candado. Observo el libro que trae: de tapas marrones, tiene una especie de mandala en la cubierta.

—No sé de quiénes hablan, pero no es la primera vez que veo este tipo de magia. Son demo-gárgolas. Seres del Infierno. —El hombre me observa—. ¿No serán obra tuya?

—¡No! Ya le dijimos, ¡fueron Gaspar y León!

—Déjenos en paz. —Mackster avanza hacia él, con el puño en alto.

—Sí. —Aprieto el mango de mi espada—. No tenemos nada que ver.

El hombre se queda en el lugar y entrecierra los ojos.

—Sus auras están limpias. —Nos da la espalda y empieza a caminar con rapidez—. Vengan conmigo, necesito ayuda.

Giro hacia mi amigo.

—Vayámonos, Bruno.

—Nos salvó... —le recuerdo—. Quizás tiene información que nos sirva.

Mackster suspira y baja los brazos. Asiente y nos apresuramos a seguir al hombre, que sonríe cuando lo alcanzamos.

—Mi nombre es Sebastián. Soy un mago antiguo, más de lo que a veces quisiera. —El hombre hace una larga inspiración. Con un gesto de su mano, los árboles frente a él apartan las ramas para dejarnos pasar—. Protejo a esta ciudad. Conocí a varios arcanos como ustedes y a algunos les enseñé todo lo que saben. Tuve alumnos que se dejaron llevar por el poder y enloquecieron al no saber apartarse de los conflictos de los seres de otras dimensiones. —Se vuelve hacia nosotros y nos observa—. Dioses, ángeles, demonios... No pueden confiar en ellos. No son realmente de este mundo. No van a hacer más que arrastrarlos a guerras inútiles.

Asiento, impactado por sus palabras. Seguimos hasta el límite del bosque, donde aparecen calles de tierra y algunas casas. ¡Empiezo a temblar! Mackster y yo nos paramos en seco.

—¿Qué les pasa? —pregunta Sebastián, con los ojos bien abiertos.

—Por acá estaba la casa de Gaspar y León. —Observo alrededor—. Reconozco la zona, pero no puedo encontrarla. Pensé que se hallaba pasando ese chalet.

—Es verdad —dice Mackster—. Había más árboles y un camino de piedritas blancas. ¡Desaparecieron!

—Déjenme adivinar. —Sebastián sonríe—. Son adolescentes, ¿no?

Mackster gira hacia mí con el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Cierro las manos.

—Todavía no desarrollaron sus capacidades psíquicas —explica el mago—. Es fácil implantarles recuerdos o ilusiones, también hacerles olvidar ciertas cosas.

—Gaspar volvió a manipular mis recuerdos... —Me llevo las manos a la cabeza, espantado.

—Apúrense. —Sebastián retoma la marcha por una calle de tierra—. Tenemos que sellar los vórtices de energía oscura que dejaron las demo-gárgolas. Además, no van a querer cruzarse a esos arcanos de nuevo.


***

¿Quién es este tipo? ¿Deberán confiar en Sebastián? En el próximo capítulo conoceremos más acerca del misterioso mago.

Saludos!

Mati :)

Somos Arcanos 1: Recuerdos perdidos (Premio Wattys 2017)Where stories live. Discover now