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Si estás leyendo esto, significa que estás viva y yo no podría estar más feliz y orgullosa al respecto. Nunca podré conocerte, te han arrebatado de mi vida.

En el lugar donde vivimos, donde tú estarías viviendo, se llama el Arca y tiene unas reglas demasiado estrictas, no podemos tener más de dos hijos. No fue mi culpa, fueron gemelas. Tú y Selina.

Tu nombre real sería Becca, como tu ancestro, quien murió yendo hacia la Tierra hace 97 años atrás.

Si estás viva, es porque lograste llegar a la Tierra, lugar donde tenían pensado llevarte. No tuve opción, me hicieron escoger entre mis dos hijas. Espero que aún así puedas perdonarme.

Lamento el hecho de que no nos podamos conocer, pero te estaré vigilando desde el cielo y anhelo el día en el que tú y tu hermana puedan estar juntas como lo era destinado.

Arrugó la carta, que estaba bastante deteriorada, y la arrojó al fuego de la chimenea.

Harum soltó una risa baja, y Allondra le golpeó en el brazo. Se encogió de hombros, preguntó un: "¿qué?" y su esposa rodó los ojos.

—Cariño, no creo que sea bueno que... —comenzó Allondra.

—No. Ni siquiera lo intentes, nomon —le negó sin mirarla. Debido a la furia, pateó una silla y una mesa que se encontraban en la sala del trono. Tobias, gracias al estruendo, se sobresaltó. Estaba ahí como apoyo moral, aunque no sabía qué hacer exactamente.

Allondra suspiró y negó con la cabeza mirando a Harum. Tal vez no tenían la misma sangre, pero Skyler era una copia viva de él. Igual de tercos, intolerantes y con problemas de ira.

—Allondra, Tobias —habló Harum—. Me gustaría tener un momento a solas con Skyler, por favor.

Ambos se retiraron sin decir nada, al igual que los guardias. Harum se quitó la pesada hombrera de piel de oso, y la dejó sobre el trono de Lexa.

—No empieces —le dijo Skyler antes de que pudiera decir algo más.

Sabía lo que su padre —quien actuaba también como Rey— diría. "No dejes que esto interfiera e influezca en tus decisiones", "no mezcles lo personal con tus deberes".

—Siempre has sido difícil de tratar, mi niña —habló con ternura, acercándose—. Me saqué la hombrera porque no hablaré como tu Rey, sino como tu padre.

Eran escasas estas charlas, que hasta resultaban ser incómodas. Harum colocó ambas manos en los hombros de Skyler, para que se tranquilizara. Le dio una sola mirada, que indicó todo su amor y cariño hacia ella.

—Mi pequeña estrella —murmuró. No había necesidad de hablar fuerte—. Mírate y mírame. ¿Ves que seamos diferentes? Que tu sangre no pertenezca a la mía, no te hace más o menos mi hija. ¿Ves que hago alguna diferencia con Lincoln? ¿O Artigas?

Ella negó. Al igual que Skyler, Lincoln y Artigas eran adoptados, y jamás se han sentido repudiados por algo así, ninguno de los tres.

—Son mis hijos. Tú, Skyler, Praimheda, Comandante de los Felidae y líder de un poderoso clan, eres mi hija. ¿Crees que los Comandantes anteriores de los felinos no te hubiesen elegido sabiendo que vienes del cielo? Ellos ya lo sabían, mi niña, y no les importó de donde vinieras, porque estabas destinada a pertenecer acá. Esa es la diferencia entre los Comandantes de la Sangre de sus compañeros, a ellos no les importa nada más que proteger a los suyos, y es exactamente lo que tú haces.

𝑭𝑬𝑳𝑰𝑫𝑨𝑬: 𝑇𝐻𝐸 𝐻𝑈𝑁𝐷𝑅𝐸𝐷 | 𝐁.𝐁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora