12.5

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La puerta se abrió y cerró, dejándola entrar

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La puerta se abrió y cerró, dejándola entrar. Vio que Indra rezaba arrodillada dándole las espaldas. No la interrumpió, y esperó que finalizara. Una vez que la morena se levantó, vio la cara pálida con lágrimas de su ahijada.

—¿Qué hiciste? —preguntó en un sollozo.

Sheidheda te estaba controlando, Skyler. No podía permitirlo...

—¡No es tu decisión! —gritó con la voz ronca— Pusiste a mis hijos en riesgo, Indra.

—Y eso será algo de lo que me arrepentiré toda mi vida —admitió, intentando acercarse—. Todo lo que he hecho, ha sido para mantenerte a salvo.

—No —se negó de inmediato—. No intentes justificarte, Indra.

—No lo haré —respondió—. Pero tienes que entender, que ellos estaban dispuestos a todo con tal de protegerte.

—¡Tienen seis años, Indra!

—Y a esa edad, tú ya eras capaz de todo con tal de protegerme —contraatacó—. ¿O acaso recuerdas que te castigaron por matar a un Hombre de la Montaña que casi me mata? No por asesinarlo, sino por...

—Por defenderte —finalizó—. Esto es diferente.

—¿Y por qué?

—¡Porque Octavia estaría matando a sus sobrinos! —gritó, exhausta. Se cubrió la cara con sus manos, sacando todo rastro de lágrimas o sudor.

—Entonces es verdad —murmuró.

—¿Cuándo te enteraste?

—Apenas esos niños llegaron tomados de tu mano hacia Harum, tu madre y yo supimos que el padre era Bellamy —contó—. No te presionaríamos para que nos dijeras la verdad, no era nuestra decisión.

No respondió. Quizás, sólo quizás, tuvo el presentimiento que ellas lo sabrían. Digo, desde que se convirtió en madre, tenía un sexto sentido encendido. No sabía cómo explicarlo, pero estaba ahí. Y sabía que tanto su madre como Indra lo tenían.

Suspiró, intentando no perder la cordura. Su pecho dolía, el sueño la carcomía, y no podía pensar con absoluta claridad. Antes de visitar a Indra, los delegados convocaron una reunión de emergencia. Estos, en decisión unánime, pidieron a viva voz que Indra, Gaia y Bellamy paguen por sus crímenes. No pudo negarse, por la simple razón que Indra no lo haría: verse débil justo cuando estaba tomando el control de las cosas. Tenía que pensar con la cabeza fría. Una vez que  se maten entre ellos y uno sobreviva, juzgarían a Octavia en la misma arena donde ella juzgó a los traidores. Pero, el veredicto no lo tenían los delegados, lo tenía ella, y estaba segura de la condena que le daría.

—Los delegados hablaron, Indra —murmuró, después de unos minutos de silencio—. Y no hay nada que pueda hacer.

—Tampoco quiero que lo hagas —contestó, acercándose para admirar sus delicadas facciones—. Pero quiero que sepas, que una vez que...

𝑭𝑬𝑳𝑰𝑫𝑨𝑬: 𝑇𝐻𝐸 𝐻𝑈𝑁𝐷𝑅𝐸𝐷 | 𝐁.𝐁Where stories live. Discover now