Miricis, tierra de abundancia, hogar de los Elementos.
Hubo un tiempo en el que el mismo cielo envidiaba a esta tierra. Un tiempo en el que humanos y naturaleza convivían en absoluta armonía, gobernados por los Elementos: agua, aire, fuego y tierra.
Tritón, el Elemento del agua, se encargaba de que la lluvia fuese gentil y suficiente, los mares y océanos fuesen tranquilos y amigables y los ríos fluyesen con abundancia.
Grifo, el Elemento del aire, usaba sus suaves brisas para jugar con los humanos más pequeños, aliviaba el calor y siempre acompañaba a cada ser que habitaba la tierra.
Fénix, el Elemento del fuego, iluminaba caminos en la oscuridad, abrazaba a todo aquel que sintiese frío y preservaba el ciclo de la vida.
Dríada, el Elemento de la tierra, cuidaba de las plantas y seres vivos, ofrecía cobijo a cualquier ser desamparado y proporcionaba tierra fértil en la que cultivar.
Juntos, estos Elementos son el origen de todo y de nada a la vez, de la vida y de la muerte. Amaban a los seres humanos y los seres humanos los veneraban.
La fuerza de los Elementos residía en la armonía que existía entre ellos y los humanos, sin embargo, estos seres tienen la capacidad de corromperse, de hacer daño para conseguir su propio bien... Así consiguieron que la armonía desapareciese y destruyeron la unión con los Elementos.
Los seres humanos eran codiciosos, rencorosos y, en algunos casos, malvados. La vida simple y pacífica que les ofrecían los Elementos se les quedó pequeña, querían más y más, abusaron de los poderes y bendiciones que los Elementos les brindaron, hicieron desaparecer a otros seres vivos para reemplazarlos con seres inertes de metal, ensuciaron la tierra, el aire y el mar, utilizaron el fuego para la destrucción.
Dejaron de amar a los Elementos, se intoxicaron con sus propias creaciones y dieron a luz a las Sombras, unos seres furtivos y letales que se alimentaban de la desidia, el rencor, la apatía y la envidia de los seres humanos. La Sombras poseían los cuerpos humanos de los que se alimentaban hasta no dejar ni rastro de vida y aprovechaban estos cuerpos para instigar caos y maldad en el mundo.
Los Elementos, a pesar de estar agotados por el abuso, jamás perdieron la esperanza y usaron sus últimas fuerzas para vivir en cuatro humanos diferentes, cuatro humanos que seguían venerándolos y que los llevarían dentro hasta el día en el que recuperasen sus fuerzas y su poder.
Estos cuatro humanos crearon sus propias familias y pasaron el poder de los Elementos a sus hijos, consiguiendo así que los Elementos perdurasen.
Durante siglos, los Elementos durmieron dentro de los cuerpos de los descendientes elegidos, hasta el momento en el que sus poderes empezaron a despertar en forma de chasquidos de dedos que se convertían en chispas, silbidos que creaban pequeños tornados inofensivos, manos que daban vida a la plantas y llantos que llenaban bañeras.
La leyenda de Miricis se pasó de generación en generación y permitió que los descendientes elegidos cultivasen sus poderes y los utilizasen para hacer el bien y, a su vez, transmitiesen estos conocimientos a sus propios hijos.
Los cuatro Elementos jamás abandonaron a los humanos y, algún día, recuperarán sus fuerzas y traerán la paz de nuevo a Miricis a través de los cuatro elegidos.
YOU ARE READING
Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]
FantasyPRIMER LIBRO DE LA SAGA «Lilith». En nuestro mundo, la línea que separa el mal y el bien es extremadamente fina y delicada. Los humanos hemos perdido la conexión con la naturaleza y dado a luz a las oscuras Sombras que se alimentan de nuestra propia...