XXIII. Aire

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Volteo mi cabeza para encontrarme a un chico joven bastante alto, ataviado con una gabardina negra que contrasta con su tez pálida y su pelo níveo. He visto ese cabello despeinado antes en algún lugar.

El muchacho me dedica una mirada amistosa acompañada de una sonrisa con labios fruncidos y saca el libro de su lugar, pasando sus páginas mientras le observo atentamente. Examino su perfecto perfil hasta encontrarme con la familiaridad de sus ojos... Ya sé quién eres.

― ¿Edric? ―pregunto con cautela, sin quitarle la mirada de encima.

Él levanta los ojos del libro.

― ¿Pasa algo, Lily?

La naturalidad con la que me responde hace que mis ojos naden en lágrimas y mi corazón se acelere. Antes de que pueda reaccionar me veo envuelta en un abrazo. Rodeo su cuerpo con mis brazos y lloro en su pecho. Es el niño de pelo blanco de mis recuerdos. Han pasado siete años desde la última vez que estuvimos en la misma sala.

― ¿Es esto un sueño también? ―pregunto levantando la mirada para ver sus ojos de un azul violeta que no he visto en nadie más.

Él tuerce los labios, pensativo. Seguidamente me da un suave pellizco en la mejilla.

― Yo diría que no ―responde limpiando las lágrimas que caen por mi cara con su pulgar ―. Pasa del conductor, yo te llevaré de vuelta.

― Veo que tus modales no han mejorado ―le digo arqueando una ceja.

― Mis modales y tu altura siguen igual que hace siete años ―bromea con una sonrisa pícara.

Niego con la cabeza entre risas. ― Sólo si me prometes que vamos de vuelta a la base.

― ¿No te fías de mí? Ay... ―Se lleva una mano al pecho de forma teatral ―Está bien, no me mires así. Lo prometo.

Un instante después de sostener mis manos nos encontramos atravesando la ciudad con el viento, somos rápidos, invisibles y libres.

Edric es otro de los muchos recuerdos enterrados en mi mente bajo una densa capa de dolor. Todos estos años en los que me he perdido a mí misma en un ciclo infinito de tortura y muerte me han hecho olvidar la vida antes del asesinato de mis padres. Me han hecho olvidar a personas, acontecimientos, enseñanzas y habilidades importantes.

Empiezo a recordar por qué envidiaba los poderes de Edric de pequeña, él puede moverse de una esquina del mundo a la otra en segundos, puede estar donde quiera y cuando quiera sin limitaciones. Sin cadenas. Su libertad es eterna.

Cuando volvemos a hacernos visibles me doy cuenta de que no estamos en la base. Me ha traído al mercado que vi cuando iba camino a la casa del General de División. Me giro y le miro enfurecida.

― Prometiste que me llevarías a la base ―discuto con la frente arrugada y los brazos cruzados.

― Sí, pero no dije nada de cuándo... ―se excusa sonriente, llevándose una mano a la nuca ― Necesito hablar contigo y no quiero hacerlo en esa estúpida base.

Exhalo y comenzamos a andar, estamos rodeados por pequeños puestos hechos de madera que exhiben diferentes productos, desde comida a vasijas hechas de cerámica. La calle está iluminada por la suave luz de unos farolillos que cruzan el cielo y el olor a comino y otras especias me envuelve. Hay bastante bullicio, más que un mercado parece una pequeña verbena. Unos niños cruzan corriendo y riendo entre nosotros con bengalas chispeantes en sus manos.

― ¿Por qué te has cortado el pelo? De pequeña estabas tan obsesionada con tu melena que no dejabas que nadie te tocase ―pregunta él con las manos en los bolsillos.

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang