XVIII. El regreso (Parte I)

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Cruzamos un camino lleno de piedras. Una fresca brisa entra a través de la ventanilla, huele a tierra mojada, oígo como las ruedas del vehículo aplastan hojas y piedras en el trayecto. Las tonalidades cálidas de las hojas que aún están en los árboles me tienen hipnotizada. Llevamos unos treinta minutos conduciendo en silencio. Pongo mi codo en la ventanilla y apoyo la mejilla en mi puño.

― Lilith. ― me llama él. Instintivamente, quito el codo de la ventanilla y me yergo ― Quítame el vendaje.

Le miro sorprendida antes de contestar.

― ¿Por qué? Necesita las vendas, tiene una herida enorme.

― No podemos decirles que tuvimos relación con los rebeldes, simplemente les diremos que nos secuestraron y esperamos la mejor oportunidad para matarlos y huir. Si me ven la herida vendada empezarán a dudar de nuestras explicaciones. ― aclara el hombre sin apartar la mirada del camino. Le miro pensativa y él me observa de reojo ― No voy a parar el camión, si es eso lo que te estás preguntando.

― Puedo intentar curarl-

― Ni se te ocurra, sigues débil después de lo de anoche. Como note que haces algo que no sea quitarme las vendas daré un frenazo. ― advierte devolviendo su mirada al camino.

Suspiro. No me queda otra que hacer lo que él dice. Me acomodo en el asiento para poder quitarle las vendas con más facilidad. Él quita el brazo derecho del volante para simplificar la tarea. Desabotono su camisa con cuidado y aparto la tela para dejar el vendaje completamente al descubierto. Las vendas le cruzan la clavícula y el pecho y le cubren la mitad superior del brazo derecho. Es en ese mismo brazo donde están los esparadrapos que mantienen unidas las vendas. Doy un pequeño tirón de una de las tiras adhesivas pero no sale. Me quedo parada durante unos segundos, dudando.

― ¿Te da miedo hacerme daño? ― pregunta él entre tímidas risas ― No sé si recuerdas la vez me rompiste la mandíbula de un puñetazo en un entrenamiento sin inmutarte siquiera. ¿Ahora te da miedo hacerme daño al quitarme las vendas? ― el hombre niega con la cabeza mientras continúa riéndose.

Bufo y me alejo unos centímetros de él para mirarle con el ceño fruncido y las mejillas rojas. Esto hace que el Capitán ría aún más.

― Lo que me da miedo es la posibilidad de que nos estrellemos al hacerle daño. ― murmuro ofendida ― Así que estese quieto de una vez.

― A sus órdenes. ― bromea intentando mantener su rostro serio.

Pongo los ojos en blanco y vuelvo a acercarme a él. Le sujeto el brazo con la mano izquierda y con la derecha doy un fuerte tirón que consigue arrancar los esparadrapos. Quito las vendas con delicadeza, hay una zona que está un poco pegada a la herida así que me veo obligada a dar otro pequeño tirón. El oficial reacciona cerrando un ojo y arrugando la nariz. La mordedura le atraviesa la clavícula y el hombro, estoy segura de que tiene esos huesos rotos. El borde de la herida está tomando un color negro bastante preocupante.

― Por favor, deje que intente curar su herida. ― le pido observando el destrozo que tiene en el hombro.

― Ya te he dicho que no. Puedo lidiar con ello hasta que lleguemos. No sabemos qué nos espera, debes recuperar todas las fuerzas que puedas.

― Pero el borde se está poniendo negro. ― insisto con preocupación.

― Será necrosis. He tenido heridas peores, no te preocupes.

Exhalo y vuelvo a colocarme correctamente en mi asiento.

― Pase lo que pase no dejes que te hagan nada, Lilith. ― agrega el hombre, ahora es él quien me habla con cierto aire de preocupación.

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Where stories live. Discover now