II. Pájaro enjaulado

208 32 23
                                    

Sé que si aquel día no hubiese salido corriendo mis padres estarían vivos.

En este preciso momento tengo delante de mí a uno de sus asesinos, la rabia, la impotencia, el dolor... Terminan provocando que mi cuerpo se envuelva en un intenso fuego.

- Te he estado buscando – afirma acercándose a mí.

Cierro mis puños, aprieto mi mandíbula, siento cómo las llamas empiezan a abandonarme para hacer camino hasta el asesino, reptando como si de una sigilosa serpiente se tratase.

- Voy a destrozarte... – espeto entre dientes mientras mi fuego se acerca más y más a él.

- Ya lo hiciste –repone – ¿es que no te acuerdas?

Doy un paso hacia atrás, confusa pero sin quitarle la mirada de encima. Mi confusión hace que las llamas se paren justo a sus pies. El ambiente se vuelve pesado, puedo oír los acelerados latidos de mi corazón.

- Ya lo hiciste, Lilith –repite, quitándose la máscara.

El humo hace que sea complicado verle el rostro con nitidez, alejo las llamas pero no bajo la guardia.

- ¿Quién eres? –increpo – ¿cómo sabes mi nombre?

Pierdo la paciencia tras no recibir respuesta y acorto la distancia que nos separa.

Cuando por fin puedo ver su rostro sin problemas me encuentro con una visión tan horrorosa como agridulce. No me hallo delante de un asesino, sino de una víctima, mi víctima.

- Zariah... -tartamudeo, el fuego que nos rodea se apaga repentinamente.

Sin poder evitarlo, comienzo a recordar sus ojos marrones, su piel morena y observo con detenimiento el efecto de mis horrendos poderes. Toda la parte izquierda de su cara y cuello está totalmente...destrozada, ha perdido un ojo, sus labios, parte de la nariz, su piel está arrugada, dura, llena de cicatrices.

Cuando Zariah se percata de que la estoy analizando vuelve a ponerse la máscara negra que cubría su rostro hace unos minutos. Este simple gesto consigue que me derrumbe, caigo de rodillas al suelo, en silencio, mi respiración está agitada y siento como si mis ojos fuesen a explotar. El dolor que le causé a la que fue mi mejor amiga la ha estado persiguiendo durante todos estos años y he estado a punto de matarla, otra vez.

No dice nada pero sé que me observa, en este momento podría matarme si quisiera, podría vengarse por lo que le hice aquel día y ni siquiera lucharía por evitarlo. Puedo sentir su dolor, su repulsión hacia mi existencia, emanan de ella como un gas que me asfixia lentamente.

- Lilith, tienes que venir conmigo –dice ella tras dejar fuera un gran suspiro.

Levanto mi cabeza y la miro, confusa pero sin poder formar palabra.

- Hay mucho que debemos explicart- –su frase fue interrumpida por un disparo.

Zariah cae al suelo y comienza a gritar y retorcerse. Me levanto con rapidez y le doy la espalda, intentado averiguar de dónde vino el disparo.

- ¡Lilith! –grita mi compañero Leo, el autor de aquel disparo – ¡tenemos que retirarnos, rápido, vienen las Sombras! –continúa gritando.

Me giro e intento agacharme para ayudarla pero Leo me agarra del brazo y comienza a correr tirando de mí.

- ¡No! ¡Suéltame, Leo!

Intento zafarme de él sin usar mi fuego, no soportaría usarlo para hacer más daño.

- ¿Estás loca? Son órdenes, debemos protegerte de las Sombras y retirarnos –afirma Leo, empujándome dentro de la parte trasera del camión donde ya están los demás soldados.

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora