IX. Culpa y decisiones

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Anoche llegué a duras penas al cuartel y me tiré a la cama sin pensarlo, caí rendida en segundos.

Mi escuadrón está en la zona de entrenamiento, son las siete en punto, acabamos de llegar y esperamos en formación a que el Capitán Heller de órdenes.

― Soldados, el entrenamiento de hoy será intenso. Hemos recibido información sobre la intención de los rebeldes de amotinarse en una zona cercana a Lia. ― el joven camina erguido de un lado a otro con los brazos cruzados mientras pronuncia su discurso ― Mañana saldremos temprano a detenerles.

― ¿Y por qué no salimos y les machacamos hoy? ― increpa Leo.

― Veo que quieres ser el voluntario que me ayude a enseñar a tus compañeros el primer ejercicio, Thirdor ― le responde el Capitán, a Leo no le queda otra opción que tragar saliva y salir al frente.

Ambos se colocan de lado, el uno frente al otro, de manera que todos podamos ver con claridad. El Capitán procede a explicarnos cómo dar un rodillazo en el abdomen que deje al contrincante sin aire y le haga perder estabilidad.

― A estas alturas, deberíais tener esta técnica bien clara ― dice agarrando a Leo de la nuca y propinándole un rodillazo en la mitad del abdomen, haciendo que el chico caiga al suelo. ― , pero hay algunos de vosotros que prefieren hablar y hacer el imbécil cuestionando a sus superiores antes que entrenar.

El chico se levanta con dificultad y vuelve, humillado, con el resto de nosotros.

― En este ejército los débiles no tienen futuro, no sois más que herramientas, si no cumplís con vuestro fin de manera excepcional seréis expulsados de inmediato. Sois completamente desechables y reemplazables. ― al decir esa última frase clava su mirada impasible en mí, provocando que las dudas que ya tenía antes, resurjan ― Esto es algo que le digo a los novatos, vosotros deberíais tenerlo más que grabado en vuestras cabezas huecas pero como veo que no lo tenéis del todo claro, vais a dar cincuenta vueltas a la base cargando con una bolsa de quince kilos a vuestras espaldas, dadle las gracias a Thirdor por inspirarme y por haceros perder el entrenamiento previo a mañana, veremos cómo os las apañáis entonces.

Todos comenzamos a correr, nadie se atreve siquiera a rechistar, ni a mirar al Capitán. No estoy segura de cuánto mide la base de largo y ancho pero es verdaderamente enorme, puedo tomarme treinta minutos en llegar de una punta a la otra andando.

― No sé quién se cree el desgraciado de Heller ― oigo a Leo despotricando detrás de mí mientras corre al lado de Neela, la chica que me dio la chapa de Jax. ― Se comporta como si fuese el mandamás de toda la base y es sólo un niñato consentido que no ha hecho una mierda para tener ese puesto.

― Cállate, Leo. ― le mando, poniendo los ojos en blanco.

― No te metas donde no te llaman, bicho raro... Aunque seguro que te pone verle con la camiseta apretada y dando órdenes. ― insinúa con un tono malicioso.

― ¿Quieres que te mate? ― le amenazo, reduciendo la velocidad y colocándome a su lado.

― Os vi anoche, te llevaba bien agarradita de la cintura hacia su habitación. ― sonríe pícaramente, sé que sus intenciones no son buenas. ― Estará tan cabreado hoy porque seguro que lo haces de pena, pobrecito.

― Leo eres un estúpido, por tu culpa tenemos que darle cincuenta vueltas a la puta base. ― interrumpe otro compañero, que empieza a correr a su lado, ambos se enzarzan en una discusión.

Aprovecho esta distracción para bajar aún más la velocidad y hacer que me dejen atrás sin darse cuenta. Seguramente ya corra el rumor por toda la base de que el Capitán Heller y yo tenemos algo...Genial.

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Where stories live. Discover now