XIII. Inestable

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Llegamos a otra choza, esta es un poco más grande que la de Zariah y su exterior está muy bien cuidado. Como todas las demás, tiene cortinas en lugar de puertas pero parece que alguien ha plantado margaritas blancas y moradas alrededor del destartalado inmueble.

― Esta es una zona comunal, aquí viene la gente a jugar a Je'ra* o a pasar un rato tranquilo. Como está un poco separada de las casas pensé que sería el mejor lugar para que los soldados estén seguros, aunque parece que la orden que di de no molestar no se entendió muy bien. ― me explica mientras caminamos hacia la entrada de la choza, puedo oír risas viniendo de dentro.

Al entrar me percato de que es una sala grande, parecida a la estancia en la que estábamos Finn, Neela, el Capitán y yo esta mañana aunque sin ninguna otra habitación. Sin embargo no es esto lo que me sorprende, sino la escena que está sucediendo justo delante de mis ojos.

Unos seis niños y niñas de diferentes edades atacan con espadas pequeñas de madera a mis compañeros. Finn está sentado en el suelo, regañando a dos niños le golpean la cabeza con sus espadas de juguete. Neela, por otro lado, se encuentra huyendo de los tres pequeños que la persiguen entre risas y el Capitán Heller, que ya está consciente, está siendo despiadadamente atacado por una niña de unos tres años. Zariah y yo observamos perplejas y reímos mientras dejamos los platos y la olla sobre una mesa que hay al lado de la puerta.

― ¿Te duele si te toco el hombro? ― la niña, más que preguntarle parece que le da un aviso, pues seguidamente le da un toque en las vendas con su pequeño dedo antes de que el hombre pueda responder.

El Capitán reacciona dando un grito seco y sobreactúa al tirarse al suelo, haciéndose el inconsciente. La niña se tensa y se gira hacia donde estamos Zariah y yo.

― Hina, ¿qué le ha pasado al hombre? ― pregunta Zariah llevándose las manos a la cintura, fingiendo regañarle.

La pequeña de tez morena intenta dar explicaciones entre pucheros y sollozos. Veo cómo el Capitán, que está tumbado detrás suya, se levanta sigilosamente y la agarra, elevándola en el aire, la niña grita pero empieza a reír en cuanto se da cuenta de lo que ocurre. Él la sujeta con un solo brazo y se para delante nuestra, las heridas que tiene en el rostro están cubiertas con gasas y las vendas del hombro se dejan a través del cuello de su camisa manchada de barro y sangre.

― En mis nueve años como militar jamás he luchado contra un enemigo tan cruel. ― bromea él haciendo cosquillas a la niña.

― Los entrenamos desde pequeños para que sean unos salvajes, ya lo ves. ― explica Zariah con tono sarcástico, dándole un toquecito suave a la nariz de la pequeña. ― Soy Zariah Lah'rad, líder de los rebeldes, me alegra ver que os han curado bien.

― Caleb Heller, Capitán del ejército de Ethea. ― se presenta el hombre, dejando a la niña en el suelo. ― Hay mucho de lo que debemos hablar, ¿es buen momento para ello?

Zariah asiente y nos conduce a ambos hacia una esquina donde hay una mesa compuesta por trozos de cajas y cuatro sillas que parecen hechas a mano por el artesano con peor pulso del mundo, están repletas de tornillos mal clavados.

― No os preocupéis, podéis comer sin problema. ― les dice la muchacha a mis compañeros, los niños corren hacia donde están los platos y Neela les acompaña para ayudarles a servirse. ― Vosotros también.

― Cuando pierdes al 97% de tu escuadrón en batalla se te cierra el estómago. ― responde el Capitán mientras aparta su silla y se sienta. ― ¿Por qué nos habéis traído aquí?

― Directo al grano, eh. ― Zariah se retrepa en su silla ― Estáis aquí porque la otra opción que nos quedaba era dejaros morir. ― el Capitán arquea una ceja y entrelaza sus dedos sobre la mesa. ― No te confundas, muchos de mis guerreros querrían veros a todos muertos pero no es esa nuestra forma de actuar. Sois unos animales de sangre fría pero, por pura moralidad, no podemos dejaros morir en una situación así.

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Where stories live. Discover now