XXXIV. Infame

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Me despierta el roce de una mano recorriendo todo mi cuerpo, desde mi pierna hasta mi mejilla. Abro los ojos perezosa y me abrazo a la almohada. Veo al Capitán a través de los mechones de mi flequillo, está agachado frente a mí, su pelo está mojado y su camisa blanca a medio abrochar.

―Buenos días ―La respuesta que le doy es estirarme ―. Esta es la tercera vez que intento despertarte, a la cuarta iba a echarte un vaso de agua encima.

―Qué simpático ―digo con sorna, aún somnolienta.

Él se ríe por la nariz. ―Sí, entre otras cosas.

Vuelvo a estirarme y él retira su mano de mi mejilla. Me siento en el borde de la cama y le observo mientras termina de abrocharse la camisa. Es como si estuviese viendo la magia convertida en un ser humano, hasta que me percato de que tiene un arañazo que le cruza el pecho.

― ¿Qué le ha pasado? ―Me levanto preocupada y aparto la tela de su camisa.

― ¿Que qué me ha pasado? ―Se ríe ―Tú.

Mi frente se arruga mientras le miro a los ojos. Él me devuelve la misma mirada confundida. Pone su mano sobre la mía, que descansa en su pecho y, entonces, recuerdo. Retiro su mano de la mía y me tapo la cara, jamás he estado tan roja como en este momento. Podría empezar a echar humo. Recuerdo el beso y cuando me quedé dormida, pero también recuerdo despertarme entre más besos, caricias, la ropa tirada en el suelo, el abrir de un cajón, la oscuridad en sus ojos, una gota de sudor rodando por mi clavícula... Aprieto los dedos en mi cara, podría gritar ahora mismo y morir tragada por la tierra.

―Lo sé, ha sido un error ―Mi corazón empequeñece al oír esas palabras. Levanto la mirada ―. En esa realidad alternativa que nos inventamos era lo correcto, pero no vivimos en ella...

―N-no ha sido ningún error ―replico, aún avergonzada ―. Es la primera p-persona a la que dejo que me toque de esa manera, mi cuerpo ha sido abusado durante años... No es fácil para mí ―Suspiro y me yergo ―, pero si mi cuerpo y mi mente se ponen en sus manos es porque confío en usted, porque es lo correcto.

Él sujeta mi barbilla y clava sus ojos en mí. ―Si anoche podías llamarme por mi nombre, creo que ahora deberías poder tutearme.

Noto el calor subir a mis mejillas de nuevo. Se me va a salir el corazón del pecho, pero no pienso quedarme atrás. Me pongo de puntillas para acercarme a él.

―Me parece que eso es algo que tiene que ganarse, Capitán.

No puedo creerme lo que acabo de decir, sinceramente.

Una sola carcajada seguida de un suspiro abandona sus labios. Echa la cabeza hacia atrás y se pasa una mano por la cara.

―Ve a prepararte antes de que me arrepienta de dejarte salir de esta habitación ―Cuando me encamino hacia la puerta, me sostiene una mano suavemente ―. Te estaré esperando fuera en una hora.

Asiento sonriente antes de cruzar la puerta.

Me siento distinta, como si un peso se hubiese levantado de mis hombros, como si las piezas encajasen. Piezas que hasta ahora ignoraba o contra las que luchaba. No todo tiene que ser doloroso, no tengo por qué perderlo todo, ni por qué resistirme a lo que me hace feliz. Y quizás, en cierto modo, sí que es un error lo que hemos hecho, pero yo no lo siento así.

Si mi cuerpo está preparado para dejar atrás el maltrato que ha sufrido es porque me estoy curando. Y, mientras más lo pienso, más me doy cuenta de que no ha sido fácil. He estado enjaulada durante años, casi sin relacionarme con los demás, prácticamente siseando como una serpiente enfurecida ante cualquier contacto.

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora