X. De Sombras y Rebeldes

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Dejo fuera una exhalación mientras me pongo una larga capa negra que tiene el escudo del ejército bordado en la espalda y me miro al espejo. ¿Será esta mi última batalla?

― Lilith, es hora de irnos. ― me comunica mi compañera Neela asomándose por la puerta del baño.

Asiento y le doy una última mirada a mi reflejo, colocando bien el cuello de la capa, que sólo cubre mi hombro izquierdo, y tapando mi cabeza con la capucha. Bajo las escaleras, la mayoría de mis compañeros ya están fuera y se dirigen hacia los camiones que nos llevarán al campo de batalla. El silencio es estremecedor. Aún no ha salido el sol, hace frío y niebla, el clima típico de esta zona a principios del otoño.

El Capitán se encuentra justo delante de los camiones, observándonos entrar a ellos. Cuando me ve levanta dos dedos a la altura de su sien a modo de saludo, yo se lo devuelvo agachando la cabeza antes de meterme en el vehículo.

Nos ponemos en marcha unos minutos más tarde, una sensación diferente impregna el ambiente esta vez. Normalmente todos hablan, están relajados, pero hoy no, hoy están todos sentados a ambos lados del camión sin levantar las cabezas, a algunos les tiemblan las piernas, producto de la tensión y la inquietud.

Pasamos el viaje en silencio, llegamos a la zona acordada en unos veinte minutos, sigue sin salir el sol. El Capitán nos reúne en una plaza, no hay nadie en las calles, todas las puertas y ventanas están cerradas, como suele suceder.

― Soldados, como siempre, el primer paso es encontrar el escondite de los rebeldes. ― ordena él, erguido y con los brazos cruzados tras su espalda. ― Hoy, sin embargo, si hay que matar será a nuestros enemigos, no quiero ver a ninguno de vosotros destrozando casas, ni asesinando a ningún civil.

Se forma un barullo repentino, los soldados no entienden por qué las órdenes han cambiado.

― Esas son las órdenes, quien vaya contra ellas será castigado severamente. ― advierte, examinando las caras de todos mientras camina provocando que reine el silencio. ― Quiero que le demostréis al país lo que su ejército es capaz de hacer.

Dicho esto, divide la tropa en secciones y manda a cada una de ellas a una zona de la aldea. Caminamos por las calles en silencio, sosteniendo armas, registrando hogares, locales y lugares sospechosos.

― ¿Qué cable se le ha cruzado hoy a Heller? Es mucho más rápido que la bicho raro use sus poderes para abrirnos camino y descubrir el escondite de los rebeldes, como hacemos siempre. ― se queja Leo, empiezo a pensar que el Capitán me ha puesto en la misma sección que él para que lo mate.

― Si fracasamos, el General de División no tendrá tanta piedad como la última vez... ― le responde otro soldado, casi tartamudeando.

Pongo los ojos en blanco pero me muerdo la lengua cuando un grito desgarrador y la explosión de una bengala que tiñe el cielo de humo rojo nos distrae a todos.

― ¿Qué demonios pasa? ― se inquieta el mismo soldado.

Nadie le da respuesta, pues todos nos estremecemos ante la dantesca imagen que aparece delante de nosotros. Una viscosa Sombra de unos tres metros de alto juega con la cabeza de un soldado entre sus garras mientras se dirige hacia nosotros, con una enorme sonrisa en su rostro sin cara que deja ver sus pútridos colmillos.

Jamás había sucedido algo así antes, las Sombras no aparecen hasta que detectan muerte, heridos o... intensas emociones negativas. Sospecho que el nerviosismo, la tensión y el miedo que venía sintiendo nuestro escuadrón las ha atraído hasta nosotros. De repente, el cielo se ve cubierto casi en su totalidad por bengalas rojas. Las Sombras están por todas partes.

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon