VII. Eril (Parte I)

155 18 13
                                    


El joven Capitán se sube las mangas de su blanca camisa, dejando los antebrazos al descubierto y desabotona los dos primeros botones del cuello de la misma.

― Vamos a estar aquí un largo rato, ponte cómoda ― sugiere con un tono de voz mucho más ligero ―, Fred, traenos agua, por favor.

― Marchando, Caleb ― le contesta el camarero, casi cantando.

― ¿Caleb?¿Se conocen? ― le pregunto al Capitán, arqueando una ceja, es la segunda vez que oigo a ese hombre dirigirse a él por su nombre de pila.

― Es mi tío, ¿te crees que un tabernero haría que vaciasen su local por un hombre cualquiera?

― Yo... ― dudo en continuar mi frase, me muerdo el labio y le quito la mirada ― pensaba que quizás es usted un cliente asiduo, discúlpeme.

El muchacho se lleva los dedos a la sien, apoyando su codo en la mesa y resopla poniendo los ojos en blanco, media sonrisa se forma en su boca.

― No soy un alcohólico ― promete mirándome, sus ojos brillan intentando aguantar una carcajada ―, a ti te gusta leer en tus días libres y a mí me gusta tomar una copa en la taberna de mi tío, no tiene más.

Trata de cambiar el tema rápidamente pero lo cazo al vuelo.

― ¿Cómo sabe que leo en mis días libres? ― no me gusta sentirme observada.

― Mi deber es conocer a fondo a los soldados que tengo bajo mis órdenes, a ti te gusta leer, a Leo le gusta ligar, a Sophia caer en las redes de Leo, a Skylar- ― se para en ese último nombre en cuanto nota que bajo la mirada ―, disculpa, no nos distraigamos más.

Asiento y agradezco al camarero por traernos el agua.

La muerte de Skylar me ha afectado, no porque tuviésemos ninguna relación especial, sino porque jamás podré saber la verdad sobre él.

― Verás, Lilith, hay una pregunta que me lleva molestando desde el momento en el que descubrí estos documentos ― reconoce levantando las hojas que contienen aquellas horribles fotos ―, si de verdad están tan preocupados porque las Sombras consigan recuperar fuerzas gracias a los cadáveres que dejamos atrás, ¿no sería más fácil ayudarte a entrenar tus poderes de sanación para poder curar heridas y resucitar a los civiles que fallezcan en una batalla?

― Mis poderes de sanación son inútiles, Capitán, hace años que no funcionan. ― le respondo, avergonzada.

― Si se te puede enseñar a destruir, estoy seguro de que también se te puede enseñar a sanar.

Agacho mi cabeza, no estoy muy segura de ello...

― Pero esta pregunta provoca que encuentre involuntariamente la verdadera raíz de este tema― continúa ―, siempre sabemos dónde está el enemigo, ¿por qué las normas del General de División son arrasar con todo y luego poner en riesgo a los soldados haciéndolos recuperar cientos o miles de cadáveres?¿por qué destruir poblaciones enteras cuando no es necesario?

― Supongo que para conseguir cuerpos con los que experimentar y enmascararlo bajo la excusa de la justicia.― Al oírme a mí misma decir esto me dan ganas de vomitar, si todo este tiempo hemos sido marionetas para que el ejército pueda llevar a cabo experimentos inhumanos, sin dudar siquiera de si lo que hacemos es lo correcto, no merecemos piedad.

― Bingo ― responde dando un trago de su vaso de agua ―, ahora que tenemos claro que sólo hemos sido juguetes para ellos durante dios sabe cuánto tiempo, lo único que nos queda es investigar.

Ahora mismo me siento como la persona más estúpida y repugnante del mundo. He pasado los últimos años matando a personas para que sus cadáveres formen parte de experimentos que, seguramente, sólo sirvan para alimentar los deseos sádicos de los superiores. Todos estos años me han hecho creer que matar a inocentes está justificado si eso significa que nuestros enemigos quedan destruidos. No he dudado ni una vez, no me he preguntado por qué, ni me he ocupado de buscar alternativas... Mi corazón se encoge y, si me queda alma, debe estar ahogándose en la sangre de todos aquellos a los que hemos matado.

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora