XXX. Preludio

58 10 18
                                    

Retiro el vaho que ha quedado en el espejo tras mi ducha y suspiro al ver mi turbio reflejo, tan sólo queda una hora y media para la fiesta. Mis sentimientos están a flor de piel y me cuesta controlarlos. Empiezo a pensar que como siga así voy a fallar, no podré rescatar a esos niños. Puedo ver el pánico en los ojos de mi reflejo. Apoyo mis manos en el lavabo y cierro los puños.

Todas esas muertes que llevo a las espaldas me están atormentando hoy más que nunca, a pesar de haber prometido que lucharía para honrar a los caídos. Incluidos mis padres.

Se me forma un nudo en la garganta al pensar en ellos, al pensar en que no me reconozco cuando me miro al espejo. Si estuviesen vivos estarían decepcionados, decepcionados por todos mis asesinatos y por lo incapaz que soy de seguir adelante, de ser resiliente.

Jamás me acostumbraré a vivir esta vida sin ellos.

Me limpio las lágrimas con la palma de la mano, ojalá pudiese hacer lo mismo con todas esas emociones que siento.

Me sobresaltan unos ligeros golpes en la puerta del baño.

―Lilith, ¿estás lista?

Es el Capitán, me dijo que vendría aquí a buscarme cuando él estuviese preparado.

―N-no, diez minutos ―respondo con el corazón encogido, retirando más lágrimas de mi cara con el dorso de la mano.

Aún debo vestirme, he perdido demasiado tiempo llorando frente al espejo.

― ¿Hay algún problema?

―E-en absoluto, puede esperarme abajo.

Exhalo en cuanto oigo sus pasos alejarse. Contrólate, Lilith, esos niños te necesitan, deben estar aterrorizados. Sé qué se siente al no poder ver a tu familia... No quiero que ellos estén alejados de las suyas ni un segundo más.

Logro recuperar la compostura. Me mojo la cara con un poco de agua fría antes de vestirme. Consigo hacer, con muy poca destreza, una trenza en cascada que queda sujeta por el lazo negro de la máscara. Mi madre solía hacerme este peinado de pequeña, cuando tenía el pelo mucho más largo. Quizás así logre sentirme más cercana a mis padres, sin ser engullida por la tristeza. Bufo, es una tontería, en realidad. Pienso en deshacer el ridículo peinado, pero recuerdo las palabras del Capitán: «Cuando te sientas perdida recuerda de dónde vienes». No sé cómo siempre consigue colarse en mis pensamientos, ni cómo lo hace para ayudarme a sentirme mejor sin necesitar estar aquí presente.

Me pinto los labios de rojo granate y aprieto el lazo de la máscara para asegurarme de que no se caiga.

Él me espera al final de las escaleras, está de espaldas a mí pero se gira en cuanto me oye bajar los escalones. Tiene una mano escondida en el bolsillo de su pantalón negro y, con la otra, sujeta la máscara. Algunos mechones de su flequillo caen hasta la altura de su ojo.

― ¿No cree que eso es un poco inapropiado? El Coronel quiere que llevemos ropa formal ―pregunto, señalando su camisa blanca, cuyos primeros botones están sin abrochar.

―Inapropiado es lo que está pasando por mi mente ahora mismo ―Me tiende una mano para ayudarme en estos últimos escalones.

― ¿Por qué? ¿Está bien? ―Arqueo una ceja.

El Capitán ríe antes de contestar. ―No sabes lo bien que me lo estoy pasando ahora que he descubierto que no entiendes lo que digo.

Mi rostro pasa de confuso a enfadado en menos de un segundo.

―Eso no es justo, por lo menos podría explicarm-

―Ya te dije anoche que tenemos una charla pendiente ―me interrumpe.

La única respuesta que le doy es poner los ojos en blanco. Posee la habilidad de ponerme de los nervios y no duda en hacer uso de ella.

Una vez en el coche, nos ponemos en camino a la fiesta del Coronel Weiss. Mis manos descansan sobre mi regazo, pero estoy tan nerviosa que no puedo parar de pellizcar la piel de mis dedos.

Zariah dijo que nos veríamos allí, me pregunto si ya ha llegado y si habrá logrado infiltrarse. Espero que esos niños estén bien y no les hayan tocado ni un sólo pelo... Dejo salir un suspiro. Siento una presión muy extraña en el pecho que no me está dejando respirar cómodamente. Necesito hacer algo para dejar la mente en blanco y relajarme.

― ¿Por qué no se ha puesto una corbata? Espero que no nos echen por su culpa.

El Capitán bufa divertido, con media sonrisa en la cara.

―Porque no quiero y porque nunca aprendí a atarlas. Luego me pondré la chaqueta y me abrocharé los botones.

― ¿Cómo es que nunca aprendió? ―pregunto, curiosa.

―Son cosas que los padres enseñan a sus hijos ―Aprieta el volante entre sus manos ―. Vamos a decir que yo nunca tuve un padre y que no prestaba atención cuando mi tío me daba explicaciones.

―Lo siento, no debí haber preguntado...

―Eh, no pasa nada, tanto mi padre como mi madre fueron unos monstruos. No es lo más común, es normal que no te lo imagines.

Habla de ello con una indiferencia que no sé cómo procesar. Parte de mí quiere indagar más, pero sé que no es buena idea... Parte de mí también quiere conocerle mejor, pero esa es una peor idea.

Encuentro una mejor distracción en la manera en que los últimos y fríos rayos de sol iluminan su rostro. Hasta hace poco, sus ojos siempre se mantenían impasibles... ¿He sido yo la que ha empezado a verle de forma diferente o ha cambiado él? Ha estado preocupándose por mí e intentando hacerme ver que de verdad le importo. Es un sentimiento peculiar el que se escapa de mi corazón.

―Ya hemos llegado ―anuncia, quitando las llaves del coche.

Parpadeo varias veces, intentando salir de mi trance.

―Antes de salir, tengo algo para ti.

Extiende su brazo para abrir la guantera, de ella saca una funda de pistola y el arma conveniente.

―No necesito ninguna pistola ―aseguro.

―No pienso correr ningún riesgo, ponte esto en la pierna ―me ordena, dándome la funda.

Le sostengo la mirada, desafiante, durante unos segundos pero no soy capaz de ganar contra ese color gris. Aparto la tela del vestido que se rompe en una raja y doblo la rodilla sobre el asiento, exponiendo mi pierna.

El Capitán retira la mirada rápidamente y se cerciora de que la pistola se encuentre en buen estado mientras me coloco la funda.

―Le repito que no necesito ninguna pistola, tengo esto ―Hago que una pequeña e inofensiva llama ardiente juguetee entre los dedos que sostengo en el aire.

―Y yo te repito que no pienso correr ningún riesgo, tienes que llevarla, es una orden.

―Ah, ¿ahora sí que es mi superior? ―le pico, quitándole la pistola de las manos.

―Cuando se trata de tu protección, sí. Eres una cabezona y es la única manera de que me hagas caso ―Él se estira y coge una chaqueta negra del asiento trasero ―. Odio esto, Lilith, no quiero que te veas expuesta a lo que sucede en estas fiestas.

Abro la puerta y salgo al mismo tiempo que él. ― ¿Tan horrible es?

―No te despegues de mí. Si te sientes mal en algún momento, dímelo y nos iremos de inmediato ―me dice mientras se pone la chaqueta y se abrocha los botones de su camisa.

No soy capaz de responder, la verdad es que estoy bastante inquieta. Espero que acabemos con esto rápidamente y volvamos a la base sin ningún problema mayor.



_______________________________

Nota de la autora:

¡Hola! Quizás habréis notado que este capítulo es más corto que los demás, he decidido cortarlo ahí porque sino se iba a hacer demasiado largo y pesado.

Espero que no sea de mucha molestia y os haya gustado.

Un saludo :)

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Where stories live. Discover now