XXXVII. Cenizas del pasado

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Me acerco con cautela a la puerta.

―Lilith Elaine Arden, si no abres la puerta-

Le detengo, abriéndola de sopetón. Si no hubiese visto aquellos documentos hace semanas, juraría que tengo delante a un fantasma.

―Jax... ―musito. Sus ojos verdes se iluminan al verme. Los míos, se inundan.

―Ven aquí ―Abre los brazos, invitándome a un abrazo.

Por mucho que quiera, no puedo dejar atrás la mentalidad del ejército. ¿Es enemigo o amigo? Han pasado muchos años, ahora existen monstruos muy extraños y engañosos. Maniquí era capaz de transformarse en cualquier persona... Me mantengo en mi posición. Él sabe que dudo.

―Quieres que te demuestre que soy yo, ¿eh? ―Suspira ―Bien.

Me cruzo de brazos, esperando. El rubio se lleva dos manos a la cabeza e, instantáneamente, deduzco por dónde van los tiros. Comienza a mover los brazos de forma calculada. Es el baile secreto que le obligué a ensayar conmigo miles de veces cuando era pequeña. Él lo odiaba, pero a mí me encantaba meterle en ese tipo de líos. Nadie más que él y yo conocemos ese baile.

Me seco las lágrimas y río.

―Veo que tienes buena memoria.

―No eres consciente de lo humillante que era ―me dice, uniéndose a mi risa ―. Jamás podría haberme imaginado lo mucho que lo iba a echar de menos.

Sus ojos vidriosos se me clavan en el alma. Me lanzo a sus brazos y lloro desconsolada. Él llora conmigo. Tengo tantas preguntas que me cuesta elegir por cuál empezar, supongo que la más educada.

― ¿Quieres pasar?



Una vez dentro del salón, se sienta en el sillón y yo en uno de los sofás, justo frente a él. Después, vuelvo a encender las velas con un suave gesto con la mano.

―Siento no poder ofrecerte nada, esta casa lleva años abandonada.

―Esos cabrones del ejército os pisan los talones, ¿eh? ―Apoya los brazos en sus piernas, inclinándose hacia delante ― He perdido muchos años de mi vida por su culpa.

Las finas arrugas que enmarcan sus ojos se agudizan cuando los entrecierra. Su presencia aviva las ascuas de mi dolor, de mi sed de venganza, pero debo mantener la calma.

― ¿Por qué has tardado tanto en venir a verme? ―pregunto, pellizcando la piel de mis dedos.

―Porque te han tenido reclusa durante todos estos años, ellos no sabían nada de mí, no podía arriesgarme ―Arqueo una ceja y le retiro la mirada ―. Espero que lo entiendas, no te he olvidado, ni a tus padres, pero necesitaba una razón de peso para volver.

― ¿Dónde has estado?

―Curándome.

Se levanta y se desabrocha la chaqueta de cuero marrón que tiene por encima de una camiseta blanca de mangas cortas. Tiene toda la zona de la clavícula derecha, el hombro y gran parte del brazo metalizada. Nunca he visto algo así, tiene tornillos, engranajes... Parece una máquina.

―La bala que me atravesó el hombro aquel día era explosiva. Tú debes conocerlas muy bien, ¿verdad?

Parpadeo varias veces, desconcertada. ― ¿Balas explosivas? Son las que fabrica el ejército.

He usado esas balas cientos de veces, incluso, en el último encontronazo con el Coronel Weiss, fue una de ese tipo la que me atravesó el hombro a mí también.

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora