XXXIX. Violencia

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La sencillez de esta casa me transporta súbitamente a mi infancia. Los suelos de madera clara, paredes blancas, muebles y decoraciones elegantes que no cargan el ambiente, me llevan a una época en la que no era consciente de una felicidad que echo de menos cada día. Por el olor, parece que hay comida en el horno.

La Mayor nos guía hasta el salón, donde hay un niño de pelo castaño jugando con un muñeco de madera sobre el enorme sofá azul.

―Alec, te dije que debías recoger tus juguetes antes de comer ―le regaña ella, de brazos cruzados.

―Pero mami, Jax no ha visto el que me has comprado hoy ―se lamenta el pequeño.

La Mayor deja salir un suspiro. ―Anda, guarda los demás, puedes dejar ese fuera ―El niño se levanta y recoge los juguetes que tiene sobre el sofá ―y lávate las manos.

Sale corriendo del salón, con un montón de juguetes en sus brazos, ignorando nuestra presencia.

―Siento que esté todo desordenado, como os he dicho, no os esperaba tan pronto ―Extiende un brazo para hacernos saber que podemos sentarnos en el sofá.

―Ha crecido muchísimo desde la última vez que le vi ―comenta el Capitán ― ¿Cuánto han pasado? ¿Dos años?

―Sí ―ríe la Mayor ―, cada día se parece más a su padre.

― ¿Cómo lleva ese tema? ―pregunta él, retrepándose.

―Bueno... Sigue costándole muchísimo socializar, ya lo habéis visto, os ha ignorado por completo. El doctor dice que, con el paso de los años, acabará mejorando pero no sé cómo de cierto es eso.

―Por experiencia, cuando ves algo así, nunca terminas de procesarlo pero te acostumbras. Es un niño fuerte, seguro que mejora.

Ella nos dedica una sonrisa triste. ― ¿Queréis algo de beber? Voy a traeros agua, poneos cómodos, por favor.

Se me hace extraño ver a la Mayor fuera del ejército, en este contexto. Parece una persona completamente diferente.

― ¿Debería preguntar o...? ―interrogo, con los dedos entrelazados en mi rodilla.

―Cuando tenía tan sólo tres años, ese niño entró al despacho de su padre y se lo encontró tirado sobre el escritorio con un tiro en la cabeza ―responde, con los puños cerrados sobre su regazo.

Me llevo una mano al pecho, que empieza a dolerme nada más oigo la historia.

―Ha debido ser horrible...

―Esas cosas no son fáciles para nadie ―Me sujeta las manos que rodean mi rodilla ―, nunca te recuperas de algo así, sólo te haces a la idea de que es algo con lo que vas a cargar para siempre.

Conversa conmigo sin mirarme, sé que está recordando a su madre. Sus historias son muy parecidas. Quizás algún día pueda oír la suya saliendo de sus labios, no por parte de su tío.

No habla mucho sobre lo que siente, pero cada vez me es más fácil saber qué necesita. Acaricio su mejilla, el pelo le tapa casi toda la cara. Una presión hunde a mi pecho cuando noto que una lágrima ha humedecido mis dedos.

―Caleb... ―musito casi sin pensarlo.

Él deja a mi mano ir y se limpia las lágrimas con las suyas, aún sin mirarme.

―Tengo fugas ―bromea ―, está siendo un día muy largo.

Me dejo caer contra el respaldo del sofá. ―Demasiado, diría yo.

―Aunque oírte decir mi nombre ha sido un regalo que no esperaba.

―No se acostumbre ―Comento, intentando picarle.

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora