XXXI. Maniquí

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Una enorme puerta de hierro, con barrotes moldeados en curvas elegantes nos espera a pocos metros. La entrada está repleta de coches y personas dirigiéndose al interior de la lujosa mansión que se alza frente a nosotros. Ya es de noche, el camino de piedras grises está iluminado por farolas. Unas preciosas flores de color violeta acotan la vía. Antes de cruzar el lujoso pórtico, debemos rodear una fuente, su agua cristalina refleja la luz de las farolas. Tienen dinero para mantener sus mansiones pero no para pagarnos... Mis ojos se pasean, mirando los exagerados atuendos que visten los demás invitados, parecen payasos intentando dar lo mejor de sí mismos, es patético.

El Capitán se inclina ligeramente para estar a mi altura y susurra:

―Pensaba que veníamos a una fiesta, no a un circo ―Me ha leído la mente.

Río por la nariz, según lo que puedo ver en su mirada, está juzgándolos a todos. Sin embargo, la risa no me dura mucho. Los nervios y la conmoción florecen en mi pecho y estómago en cuanto entramos a la mansión después de anunciar nuestra llegada.

Luces rojas y moradas iluminan la estancia, se reflejan en el suelo de rombos negros y blancos. El humo del tabaco ha creado una niebla sobre nuestras cabezas que hace un poco difícil ver. En una de las esquinas de la sala hay una orquesta, compuesta de violines, flautas, trombones, tambores y un piano blanco.

De la neblina aparece una niña pequeña, lleva una cadena atada al cuello y está vestida con un saco sucio y deshilachado. Temblorosa, nos ofrece unas copas que lleva en su bandeja de oro y plata. La observo con el corazón roto, como si me estuviese viendo a mí misma. Debe tener unos once años...

El Capitán se agacha para ponerse a su altura. La pequeña cierra los ojos con fuerza y las copas que lleva en su bandeja tiemblan, al igual que sus secos y lastimados labios.

― ¿Cómo te llamas? ―pregunta el oficial.

La niña traga saliva antes de responder. ―E-Elsie.

―Encantado Elsie, yo me llamo Caleb. ¿Te importa decirme quién te ha hecho eso?

El Capitán señala la parte de su cabeza a la que le falta una gran parte de su pelo rubio, en ella hay una herida terminando de curarse. No recibe respuesta, pero ambos nos fijamos en cómo su mirada temerosa se desvía hacia la derecha. La sigo para encontrarme con la opción más obvia: el General Weiss. Tiene una copa y un puro en la mano, está hablando con tres hombres más, distraído.

―Vuelvo enseguida ―se disculpa el Capitán, levantándose.

Le agarro de la mano antes de que pueda irse.

―Ni se le ocurra ir a por el General Weiss ahora, debemos encontrar a Zariah y luego encontrar y rescatar a los niños.

―No iré a por él aún... Sólo quiero hacer un reconocimiento del lugar y ver si encuentro a Zariah. Quédate aquí con Elsie, intenta averiguar si sabe algo de los demás niños.

El Capitán desaparece entre el gentío y me quedo allí, paralizada. Esta niña ha reavivado en mí los recuerdos de un terror indescriptible. Se me estremece el corazón al pensar en la posibilidad de que, tanto ella como los demás niños, hayan pasado por lo mismo que yo. Sé que los críos no se me dan demasiado bien, pero el Capitán quiere que le saque información.

― ¿Eres hija de los rebeldes? ―le pregunto.

―N-no... Soy hija de los F-Fischer.

― ¿Cómo es que has acabado aquí, entonces?

―Mi familia t-tenía una gran deuda, la Organización l-les prometió que se olvidarían de ella si me entregaban...

― ¿Organización...?

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें